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Tigre no volvió al campo y Sao Paulo se convirtió en campeón de una final suspendida

El partido por la final de la Copa Sudamericana disputado entre el Sao Paulo brasilero y Tigre de Argentina finalizó por suspensión, otorgándole el título al equipo carioca, el caso pasó de las gradas a los estrados de la Conmebol.

La disputa por el título, que atrajo a casi 70.000 aficionados a la cancha del estadio Morumbí, se convirtió en guerra después de que Osvaldo anotara el segundo gol del equipo brasileño, generando protestas de los jugadores de Tigre, que alegaban fuera de lugar.

Los ánimos se calentaron cuando en el minuto 38, el defensa de Tigre, Lucas Orbán le pegó un codazo al brasileño Lucas, el golpe le rompió la nariz al futbolista carioca. Al finalizar la primera parte Lucas le mostró a Orbán un algodón empapado de sangre, en un gesto que desató una breve «guerra campal».

El conflicto en la cancha se trasladó luego a los vestuarios. Lejos de los ojos de las cámaras, se produjeron incidentes de violencia cuyos detalles son todavía ignorados, pero que motivaron al equipo argentino a negarse a regresar para la segunda etapa.

Tras esperar inutilmente por media hora, Osses declaró suspendido el partido y la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) entregó a los jugadores del Sao Paulo el trofeo y las medallas de su inédito título continental.

Pero, para Tigre, la historia no se acabó. El club planea protestar ante la Conmebol, y sostiene que abandonó el partido porque sus jugadores fueron agredidos y amenazados en los vestuarios por policías y por guardaespaldas del Sao Paulo.

«A nadie le gusta ganar un partido en la justicia, cambiar la cancha por las oficinas de derecho, pero no nos queda alternativa. No puedo aceptar armas apuntadas hacia el pecho de mis jugadores», argumentó el director de fútbol del equipo argentino, Sergio Massa.

El comandante de los agentes de la policía militarizada paulista que participaron en el esquema de seguridad en el Morumbí desmintió la versión de Massa.

«Nos llamaron porque había una pelea generalizada, y la controlamos. Pero no hubo ningún abuso, ni tampoco armas de fuego apuntadas a los jugadores», sostuvo el oficial, quien se identificó como mayor Gonzaga.

Los jugadores de Tigre, sin embargo, aseguran que fueron agredidos «por más de 20 guardaespaldas».

«Me di cuenta de que algo estaba mal, porque no nos permitieron entrar al vestuario. Los guardaespaldas empezaron entonces a agredirnos con palos, bastones. Luego vino la policía, y hubo hasta armas (de fuego)», dijo Orbán.

«Hemos visto cómo actúa un grupo de cobardes. Nos amenazaron con armas de fuego, nos agredieron con trozos de madera y bancos», confirmó el mediocampista Martín Galmarini.

El Sao Paulo, a su vez, acusa a los argentinos de «inventarse historias» para justificar su decisión de abandonar el partido cuando perdían por 2-0 (la ida en Argentina terminó 0-0).

«Ellos perdieron, y ahora quieren inventarse historias, porque no pueden superarnos sobre la cancha. Ellos huyeron, para no sufrir la goleada que se dibujaba. Vamos a festejar el título y la fuga de ellos hacia Argentina», expresó el presidente del Sao Paulo, Juvenal Juvencio.

«Fuimos campeones ante un equipo de cobardes, que nos golpearon aquí y allá (en Argentina, durante el partido de ida de la final)», afirmó asimismo el entrenador Ney Franco.

La disputa prosiguió durante la madrugada en una comisaría de Sao Paulo, donde jugadores y dirigentes de ambos equipos declararon durante dos horas.

El presidente de Tigre, Rodrigo Molinos, dijo a la policía brasileña que, tras la pelea que estalló al final del primer tiempo, al dirigirse a los vestuarios los jugadores argentinos encontraron a seis guardaespaldas del Sao Paulo que los esperaban.

«Fueron agredidos con bastones y amenazados con armas de fuego», sostuvo el dirigente, quien agregó que agentes de la policía militarizada también participaron en las agresiones a sus jugadores.

El asesor de la presidencia del Sao Paulo, José Francisco Mansur, presentó una versión opuesta: «Ellos (los argentinos) destruyeron los vestuarios del equipo visitante, agarraron trozos de madera y muebles e intentaron invadir el vestuario del Sao Paulo. Nuestros guardaespaldas se limitaron a impedirles hacerlo».

La última palabra sobre la bochornosa finalísima de la Copa Sudamericana la tendrá ahora la Conmebol.

Santa Fe con agencias