Opinión

El cartel de los vándalos

mauricio-botero-caicedo Por Mauricio Botero Caicedo

Según informes de prensa, “La Policía dio a conocer un cartel de 48 personas, 46 hombres y dos mujeres, en el que se puede apreciar el rostro de personas que estuvieron incitando y protagonizando desmanes y agresiones no solamente contra funcionarios de la Policía, sino contra personas particulares.” Para las autoridades, “estos son los responsables de los actos de vandalismo que se presentaron durante la jornada de protesta del jueves en Bogotá.” Las imágenes fueron obtenidas con el apoyo de la comunidad, de los medios de comunicación y las capacidades institucionales. De acuerdo con el comandante de la Policía, el general Palomino, “las personas que aparecen publicadas en las fotografías del ‘cartel de los vándalos’ tendrían que responder por los delitos de concierto para delinquir, daño en bien ajeno, perturbación y violencia contra servidor público. Lo sucedido la semana pasada en varias zonas del país, en dónde la turba enardecida se dedicó al puro y simple saqueo y destrucción de establecimientos públicos y privados, viviendas y mobiliario urbano, nada tiene que ver con la protesta social sino que constituye un hecho de vandalismo irracional que merece todo el repudio.”

El editorialista de Colombiaopina, que de manera sucinta y ejemplar describe la cobardía de las masas, “Sólo hay que ver las imágenes dantescas de los sucesos para entender quiénes son los que criminalizan la protesta social, quiénes son los que a la sombra de la justeza de un reclamo aprovechan para descargar todo un cúmulo de resentimientos y rabias antisociales estimuladas por el odio de clases, o combinación de las formas de lucha, con que los agitadores profesionales y los apologistas de la narcoguerrilla sostienen un discurso atávico para promover enfrentamientos y divisiones entre la misma sociedad y sus instituciones, para sacar provechos mezquinos e imponer mediante el terror sus propuestas políticas. Quienes promueven ese odio de clases saben manipular hábilmente la llamada conciencia de masa que dirigen anárquicamente para generar caos y zozobra social. El sociólogo francés Gustavo Le Bon define este fenómeno magistralmente al señalar que las personas, cuando forman parte de una masa, tienen una conducta extraña y dejan de ser ellas mismas para pasar a integrarse a lo que él llamó alma de masa, definida como un espíritu colectivo, distinto al de cada uno de los individuos componentes del fenómeno. En esta alma colectiva se funden, por contagio, las mentes individuales, formándose una unidad mental que hace perder a cada ser su individualidad. El control personal de los instintos más primarios desaparece, con lo que las reacciones de la masa pasan a ser irracionales, emotivas, extremas, volubles e irresponsables… Como individuos pueden pasar desapercibidos, uno más del montón, a nivel individual las conductas irracionales no aparecen de forma muy pronunciada, pero en la masa debido al anonimato de sus miembros, la emocionalidad es elevada y la anomia, conlleva con frecuencia a conductas irracionales. Por eso estos delincuentes lo primero que se cubren es el rostro, encuentran valor para sus desafueros en el anonimato que ese gesto representa… Por el simple hecho de integrarse en una multitud, el individuo adquiere un sentimiento de poder invencible, que hace que la muchedumbre se vuelva más primitiva y menos sujeta al control ejercido por la conciencia o por el temor al castigo. Ello dará lugar a conductas colectivas que los individuos por sí solo nunca ejecutarían. Esa realidad es la que explotan tan hábilmente los narcoterroristas y sus apologistas. Cuando ellos hablan de acción de masas, de organización de masas, se refieren precisamente a la utilización de la masa amorfa para el servicio de sus intereses. Basta con un grupito pequeño de agitadores que se confunden con la masa para detonar la crisis; son esos agitadores los que lanzan las primeras piedras, los que detonan las primeras bombas papa o los primeros cócteles molotov contra la fuerza pública, generan el caos y agreden incluso a personas que están dentro de la masa y acusan al policía para crear sentimientos de animadversión, generado el caos y el enfrentamiento estos sociópatas desaparecen y buscan otro grupo de personas para repetir su acción.”

Lo que el país tiene derecho y obligación de enterarse es que papel en la creación y posterior movilización del ‘Cartel de los Vándalos’ juega tanto la mal llamada ‘Marcha Patriótica’ como Piedad Córdoba. Por que una cosa es hacer eco de las legítimas protestas de los campesinos y otra es fomentar de manera activa las cobardes turbas encabezados por encapuchados cuya única misión era el saqueo y destrucción de los establecimientos públicos y privados con la exclusiva finalidad de fortalecer a los narcoterroristas de las Farc y debilitar al gobierno legítimamente elegido. Ojalá la Fiscalía no se amilane e investigue a fondo la presunta participación en los desmanes de la ‘Marcha Patriótica’ y de Piedad Córdoba. Y es muy posible que el alcalde Petro tenga mucha razón cuando afirma que en los disturbios hay ‘plata’ de por medio. De ser este el caso, ¿de qué bolsillo exactamente salió la plata?

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