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Francisco plantea una iglesia más democrática y abierta, pero reafirma que aborto y ordenación de mujeres no están en discusión

papa francisco–El Papa Francisco planteó hoy una iglesia más democrática, más abierta y misionera que sea consciente de que los «preceptos dados por Cristo son poquísimos», que no tenga miedo de revisar costumbre y normas que se han ido adoptando a lo largo de los siglos, pero que, aunque se mantenga firme en su rechazo al aborto, comprenda por qué muchas mujeres recurren a él y sea consciente de que no ha hecho «lo suficiente» para acompañarlas en ese duro trance.

Las precisiones corresponden a la proclamación del Evangelio en el mundo de hoy –‘Evangelii Gaudium’–, de 142 páginas, en el que anuncia «una Iglesia, en definitiva, más humana, más cristiana», y hace un llamamiento a volver al mensaje esencial del cristianismo, «a la frescura original del Evangelio».

Sin embargo, en este contexto, según el Papa Francisco, los temas del aborto y la ordenación de mujeres, no están en discusión.

Sobre el aborto, precisa: «No debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o ‘modernizaciones».

No obstante, se queja de que la opción de la Iglesia ante el aborto con frecuencia se presenta como «algo ideológico, oscurantista, conservador».

«Sin embargo esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano: supone la condición de que un «ser humano es siempre sagrado e inviolable», afirma.

Pero señala: «También es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una solución rápida a sus profundas angustias, particularmente cuando la idea que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza . ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de extremo dolor?».

De otro lado, aunque reafirma que «el sacerdocio reservado a los varones es una cuestión que no se pone en discusión», aboga, eso sí, por una mayor presencia de las mujeres en la Iglesia.

Sobre el otro tema de controversia, el Papa Francisco parece sugerir la posibilidad de estudiar que los divorciados casados en segundas nupcias puedan recibir la comunión.

«La eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles», señala, haciendo una llamamiento a la Iglesia a considerar «con prudencia y audacia» posibles cambios en ese sacramento.

Francisco señala que «dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del Papado. Me corresponde como obispo de Roma estar abierto a las sugerencias que se orienten en un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización», escribe Francisco, que habla en ese sentido de dar un mayor poder a las conferencias episcopales, siguiendo con el espíritu del Concilio Vaticano II.

«Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera», puntualiza y agrega:

«No creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo».

«No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios».

«Ni el Papa ni la Iglesia tiene el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la respuesta de soluciones para los problemas contemporáneos».

En ‘Evangelii Gaudium’ el Papa Francisco insiste en que la Iglesia no debe «obsesionarse con la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas» y que la evangelización se debe concentrar «en lo esencial, que es lo más bello».

En este sentido recuerda que aunque todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y deben ser creídas con la misma fe «algunas de ellas son más importantes porque expresan más directamente el corazón del Evangelio».

También subraya que lo que es verdaderamente importante es la fe que se activa por la caridad, las obras de amor al prójimo.

Para el Papa la moral cristiana no es un «catálogo de pecados y errores», sino que el primer mensaje a anunciar es el amor de Cristo. Si no, concluye, lo que se estará anunciando no sería el Evangelio sino «algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas».

En este sentido, el Papa hace un llamamiento a revisar algunas costumbres y normas de la Iglesia no ligadas al núcleo esencial del Evangelio.

«Hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa», advierte y citando a san Agustín asegura que los preceptos añadidos posteriormente por la Iglesia deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida de los fieles» y para evitar convertir esa religión «en una esclavitud».

«A los sacerdotes, dice, les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas».

También se refiere a las normas a revisar y parece sugerir la posibilidad de estudiar que los divorciados casados en segundas nupcias puedan recibir la comunión. «La eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles», escribe en ese sentido, haciendo una llamamiento a la Iglesia a a considerar «con prudencia y audacia» posibles cambios en ese sacramento.

La denuncia contra la Iglesia instalada en si misma, cómoda en su «supuesta seguridad doctrinal» que con frecuencia deriva en un «elitismo narcisista y autoritario», recorre toda la ‘Evangelii Gaudium’. No faltan tampoco las críticas al cuidado ostentoso de la liturgia, a la mundanidad de algunos sacerdotes. O esos sermones soporíferos.

De hecho el Papa dedica 12 páginas de la exhortación a explicar a los curas cómo hacer una homilía: debe ser breve y evitar parecerse a una clase, cercana, pronunciada con tono cálido, con alegría de gestos, dicha con el corazón y que tenga en cuenta lo que los fieles necesitabn escuchar.

Francisco insiste siempre en que la Iglesia debe llegar a todos, pero debe privilegiar «a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados».

El documento incluye en ese sentido duras críticas al capitalismo feroz. «Algunos todavía defienden que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social.

Esa opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico».

El Papa aboga por «una reforma financiera que no ignore la ética» y que pasa por «un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos».

«La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde», puntualiza.