Parranda vallenata en La Picota de los procesados por el carrusel de la contratación
La revelación fue hecha por la revista Semana que corrobora la denuncia con tres videos y afirma que el promotor de la fiesta fue Emilio Tapia, uno de los cerebros del carrusel, pues afirma que «contrató e ingresó al pabellón de alta seguridad al grupo musical».
En el relato de los hechos, la publicación establece que al son de los acordeones «los asistentes rotan el micrófono para corear a todo pulmón las estrofas vallenatas mientras corre el whisky a veces hasta cuando el sol empieza a despuntar»
«Esta escena, típica de una playa de la costa Caribe, de un bar o una finca de Valledupar ocurre, con bastante frecuencia, en el que se supone debe ser uno de los lugares más vigilados, seguros y estrictos del país: el pabellón de alta seguridad de la cárcel La Picota, conocido como Pas b», subraya.
La revista resalta que «obtuvo varios videos donde queda en evidencia que Tapia, que además es testigo de la Fiscalía contra el exalcalde Samuel Moreno, transformó desde hace meses el pabellón en un lugar sin Dios ni ley a punta de su abultada chequera» y que en ellos se observa un grupo de cinco músicos vallenatos que instalaron gigantescos bafles en el gimnasio del pabellón de alta seguridad un lunes de septiembre a las dos de la tarde.
Por orden de Tapia y con la complicidad de la guardia, solo podían ingresar sus invitados al lugar, donde también hay una pequeña biblioteca. Un selecto grupo estaba formado por algunos de los amigos más cercanos del polémico contratista, complementa.
Entre los asistentes a la fiesta cita a Reginaldo Bray, condenado por el célebre desfalco al Ministerio de Transporte en el escándalo de Dragacol.
Igualmente Antonio o el Veneco, un venezolano procesado por narcotráfico, además tres paramilitares: José Gelves Albarracín, uno de los hombres más cercanos al extraditado Jorge 40; Juan Monsalve, paramilitar y uno de los testigos clave del senador Iván Cepeda contra Álvaro Uribe Vélez; y Francisco Taborda, alias Nike o Nay. Estos dos últimos, especialmente el primero, son los más cercanos a Tapia en el pabellón y actúan como ‘escoltas’ del contratista.
«Así mismo se observa que varios de ellos, entre esos el propio Tapia y el paramilitar Monsalve, chatean por sus BlackBerry y se toman fotos tranquilamente mientras escuchan los acordes. Como buena parranda vallenata que se respete el trago no falta. En unas mesas en la parte posterior había varias botellas de ‘gaseosa’ llenas de whisky», complementa.
Afirma que un interno de apellido Henao coordinó el ingreso del trago para esa parranda y para el suministro constante en el pabellón.
“Desde que llegó Emilio Tapia todo es más caro. Una botella de esas ahora vale 650.000 pesos cuando antes costaba 300. Él encareció todo porque reparte mucha plata a los guardias y los acostumbró mal. Conseguir un BlackBerry ya no baja de 300.000 pesos cuando antes valía la mitad”, afirma un interno, reseña la revista.
Además subraya que los videos de las parrandas vallenatas a los que tuvo acceso SEMANA no son hechos aislados o cosa de una sola vez. Esas fiestas ocurren a cualquier hora entre lunes a viernes e incluso han generado peleas entre los internos pues Tapia y sus amigos no tienen problema en poner música a alto volumen en sus celdas cuando beben hasta altas horas impidiendo que descansen los otros internos y ante la mirada cómplice de los uniformados.
En el pabellón de Tapias hay 26 celdas con capacidad para cuatro internos, es decir 104 detenidos. Sin embargo, y a pesar del hacinamiento carcelario, por orden suya el ingreso a ese pabellón es limitado y en el lugar solo hay 32 presos. “Ahora usted debe pagar para estar en este patio mínimo 25 millones de pesos”, contó otro detenido.
El informe concluye diciendo: «El asunto sin duda es vergonzoso, no solo porque un hombre como Tapia, que saqueó miles de millones de pesos de las arcas no ha sentido el peso de la ley y por el contrario vive a cuerpo de rey en la cárcel. Lo peor es que todo esto ocurre incluso a plena luz del día, con el evidente conocimiento y complicidad de las autoridades de la que se supone es una de las cárceles más estrictas del país.
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