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Alemania unificada celebra 25 años de la caída del Muro de Berlin

muro1El 9 de noviembre de 1989 se produjo la caída del muro que dividió a Alemania, a Europa y al mundo durante más de 28 años. Un cuarto de siglo despúes, Berlín conmemora con multitud de eventos su regreso a la libertad.

Durante más de 28 años, el muro de Berlín representó la polarización del mundo entre buenos y malos, capitalistas y comunistas. Aunque teóricamente, para unos los buenos estaban de su parte, son muchos en realidad los que siempre soñaron con cruzar al otro lado. Aunque no hay consenso en lo que a las víctimas totales se refiere, un estudio llevado a en el año 2009 calcula que entre 136 y 245 perdieron la vida tratando de alcanzar la libertad.

Fueron años duros. Por eso, aquel frío día de noviembre del año 1989 cientos de miles de berlineses y alemanes en otras ciudades del país salieron a las calles a reclamar lo que era suyo, la libertad. Hoy, 9 de noviembre de 2014, la ciudad de Berlín ha organizado un domingo festivo plagado de eventos para conmemorar el 25 aniversario del fin de las dos Alemanias.

«Es un día de alegría y esperanza para Alemania, Europa y el mundo. Pero también un día en el que recordamos a las víctimas del Muro», señaló Axel Klausmeier, director de la Fundación del Muro de Berlín, al inaugurar el acto central del aniversario.

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Desde hace unos días, 6.880 globos distribuidos a lo largo de 167,8 kilómetros recuerdan a los visitantes la ubicación exacta de la extinta estructura. Esta iniciativa es uno de los puntos clave de los actos del aniversario. Ya entrada la noche, los globos volverán a ser protagonistas cuando sean liberados simbolizando el fin de una vida atada a un muro.

El Levantamiento del Muro

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Los acuerdos entre las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (EE.UU., URSS, Reino Unido y Francia) marcaron en 1949 la división del mundo en dos bloques y Alemania, que desencadenó la contienda y luego fue su gran perdedora, se convirtió en arquetipo de ese reparto.

La ciudad de Berlín quedó en el corazón de la República Democrática Alemania (RDA), bajo el control soviético, y fue dividida a su vez en cuatro sectores.

Según diversos estudios, la Alemania Oriental perdió una sexta parte de su población en sus primeros años de existencia por la masiva emigración de ciudadanos hacia el oeste.

Ya en 1952 el partido comunista de la RDA (SED) comenzó a blindar la frontera con la República Federal Alemania (RFA) y en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961 decidió sellar la más porosa, la que separaba el sector comunista de Berlín de los sectores estadounidense, francés y británico.

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Primero fue una alambrada y poco después un muro de más de 155 kilómetros que rodeó el Berlín oeste y lo convirtió durante 28 años en una isla y, al mismo tiempo, en un símbolo para el mundo occidental.

En junio de 1963, en plena Guerra Fría, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, fue el primer jefe de Estado de una gran potencia que visitaba Berlín oeste y, ante el ayuntamiento del que era alcalde entonces Willy Brandt, pronunció su ya legendaria frase: «Ich bin ein Berliner» («Soy un berlinés»).

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Queda también para la historia el discurso ante la Puerta de Brandeburgo del presidente Ronald Reagan en 1987: «Señor Gorbachov derribe el Muro. Señor Gorbachov, abra la puerta».

La Perestroika de Gorbachov en la URSS, como recordó este fin de semana la canciller, Angela Merkel, o su debilidad e incapacidad para sostener el régimen, como sostiene el excanciller Helmut Kohl, fueron uno de los factores clave en la caída del telón de acero.

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El primer muro cayó ya en mayo de 1989, cuando Hungría comenzó a desmantelar la alambrada eléctrica que la separaba de Austria; pocas semanas después, decenas de miles de alemanes orientales utilizaron esa vía para llegar a Occidente y otros muchos decidieron ocupar las embajadas de la RFA en Budapest, Varsovia y Praga.

Los movimientos a favor de los derechos civiles comenzaron a cobrar visibilidad en la RDA, pasando de tímidas protestas a masivas manifestaciones que exigían reformas, al grito de «Wir sind das Volk» («Nosotros somos el pueblo»).

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El pistoletazo de salida de los numerosos actos de homenaje organizados en este 25 aniversario comenzaron de hecho hace un mes en Leipzig, en recuerdo a las más de 70.000 personas que se sumaron a la marcha pacífica que el 9 de octubre recorrió las calles de esta ciudad del este.

«Aquí y ahora lo decimos bien alto y una vez más: sin el 9 de octubre no habría habido 9 de noviembre. Antes de la unidad, llegó la libertad», afirmó en los actos conmemorativos el presidente alemán y exdisidente de la RDA, Joachim Gauck.

Ante la presión popular, las incesantes manifestaciones y la fuga masiva de ciudadanos a Occidente el 18 de octubre de 1989 se ve obligado a abandonar todos su cargos el máximo mandatario de la RDA, Erich Honecker.

Pero la calle ya no era del Partido Socialista Unificado (SED); el 4 de noviembre Berlín oriental acogió la mayor manifestación de la historia de la RDA y cientos de miles de personas reclamaron pacíficamente libertad de opinión, reunión y prensa.

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Las promesas del nuevo mandatario Egon Krenz de pasaportes y visados para viajar al extranjero no acabaron con las protestas y el 9 de noviembre de 1989, en una confusa rueda de prensa, el miembro del Politburó Günter Schabowski anunció que se concederían visados automáticos de salida a todos los ciudadanos que lo solicitaran.

A las 22.00 horas se abría el primer paso en la Bornholmer Strasse y esa misma noche miles de ciudadanos cruzaron el muro hacia el oeste sin visados ni pasaportes, ante una policía desbordada por la situación y sin instrucciones.

Después de 28 años, dos meses y 27 días, la frontera de hormigón armado desaparecía y comenzaba el proceso de reunificación de Alemania, que culminó el 3 de octubre de 1990 con el Tratado de Unidad, la disolución de la RDA y la incorporación de su territorio al de la República Federal de Alemania (RFA).

La caída del muro, la unidad de Alemania

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Lo que vino a corto plazo, sin embargo, fue algo distinto; la pérdida de productividad drástica del este de Alemania trajo consigo el cierre de empresas y un alza del desempleo, con lo que los ciudadanos de la antigua RDA se vieron confrontados a una experiencia que desconocían.

En 1991 el paro en el este era del 10,2 %, frente al 6,2 por ciento del oeste. En 2005 en el este el desempleo se había disparado hasta el 20,6 %, mientras que en el oeste la cifra se situaba en el 11 %.

Más tarde, en parte por los efectos de las reformas de la llamada Agenda 2010 que puso en marcha el gobierno de Gerhard Schroeder, el desempleo empezó a disminuir hasta situarse, según los últimos datos de septiembre, en el 5,8 % en el oeste y en el 9,1 % en el este.

En todo caso, la situación inicial produjo una ola migratoria del este hacia el oeste y los que se iban eran precisamente los más jóvenes y los mejor preparados. Entre 1989 y 1997 el este de Alemania perdió con ello un millón de habitantes, aunque las migraciones internas se han reducido desde entonces y en 2013 hubo incluso un saldo neutral.

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El problema del paro masivo fue combatido con grandes transferencias financieras y prestaciones sociales que aliviaron las necesidades de los ciudadanos del este desde el punto de vista económico.

Según un estudio de la Universidad Libre de Berlín, la reunificación ha costado hasta el momento alrededor de 2 billones de euros, cifra que incluye esas transferencias, los diversos programas de incentivos económicos, los proyectos y traspasos para equilibrar el nivel de vida de todos los estados federados y las subvenciones europeas.

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No se puedo evitar sin embargo que muchos ciudadanos del este tuvieran la sensación de que su experiencia y sus capacidades ya no eran apreciadas en la nueva sociedad en la que habían desembarcado.

Nació así el fenómeno denominado «ostalgie» -neologismo que mezcla las palabras «öst» (este) y nostalgia-, marcado por la idealización de algunos aspectos de la vida en la RDA.

Aunque ese sentimiento parece estar en retirada, sigue presente en parte de la población, mientras que los logros se consideran ya algo obvio que no merece la pena celebrar.