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Santos debe someter a Uribe a un exorcismo en vez de solo rezar, afirma El País de España a propósito del proceso de paz

–Tras señalar que el expresidente y senador Alvaro Uribe Vélez «se ha convertido en el enemigo más peligroso del proceso de paz en Colombia», pues, afirma, «no deja de lanzar mensajes como balas desde su cuenta de Twitter», el diario El País de España asegura que el presidente Juan Manuel Santos debe someter al exmandatario «a un exorcismo en vez de solo rezar».

En un artículo que titula «El factor humano- Exorcismo de Santos», el influyente periódico español señala que el presidente colombiano debe aprender a vender los beneficios de la paz con las Farc, luego de citar que todos los políticos son vendedores…» venden libertad, seguridad, prosperidad, igualdad, honestidad, orden. Y también paz, el producto que la gente debería estar más dispuesta a comprar, especialmente en un país como Colombia donde llevan medio siglo en guerra».

«Pero resulta que no», agrega el escrito firmado por John Carlin, quien luego de hacer relación a «las complicadas negociaciones» en La Habana con las Farc, destaca que llevan dos años y medio en la mesa y la confianza pública sobre ellas «parece disminuir con cada día que pasa», tal como lo establecen las últimas encuestas.

Por esto, colige que «el presidente Santos es un hombre astuto y racional, pero el don de la persuasión no es su punto fuerte».

Según el periodista «cuando uno conversa con colombianos en la calle llama la atención la ignorancia sobre los dividendos positivos que representaría para el país invertir en la paz. Para el público comprador resulta más seductor —más barato— un proyecto que combine el final de la guerra con las Farc derrotadas y sus líderes en la cárcel.

Y subraya que el expresidente Álvaro Uribe, que aboga con más ruido que nadie por una solución militar (o, lo que es lo mismo, por una paz sin las concesiones que una negociación por definición conlleva), es un populista de cabo a rabo.

Reuerda que el presidente Santos afirmó en una entrevista publicada por este diario el 1 de marzo que «vender la paz es mucho más difícil que vender la guerra”, y reconoció en la misma «el superior talante vendedor de su rival al confesar que rezaba “todos los días” para que Uribe cambiase de opinión y apoyase el proceso de paz».

«Loable la franqueza de Santos como hombre, pero como político no tanto–continúa diciendo. Con esas palabras demostró más debilidad que convicción. La guerra no tiene por qué ser más fácil de vender que la paz. Debería ser más bien lo contrario, aunque sea cierto que la naturaleza del ser humano es tal que no es difícil convencer a las multitudes apelando al resentimiento y al rencor, cualidades que Uribe encarna desde que lo remplazó Santos, que fue su ministro de defensa, en la presidencia. Santos es un Judas, según Uribe, que lo traicionó al iniciar el acercamiento a las Farc».

Subraya que «los dirigentes de las Farc tampoco ayudan. Sus declaraciones beligerantes desde La Habana han demostrado que no han entendido algo que Santos sí entiende, que en una negociación las partes deben tener la madurez de hacer causa común con el contrincante en la tarea de vender el proyecto a la totalidad de la población.

Pero añade, Uribe que no deja de lanzar mensajes como balas desde su cuenta de Twitter (casi cuatro millones de seguidores) o a través de otras declaraciones públicas, es el que se ha convertido en el enemigo más peligroso del proceso de paz. Uribe representa hoy un caso clásico de lo que un antiguo primer ministro británico acusó de ser (no sin cierta razón) a los periodistas: gente con poder pero sin responsabilidad.

Finalmente hace las siguientes precisiones: La reticencia de Santos a la hora de delatar a Uribe como tal, de someterlo a un exorcismo en vez de solo rezar, es motivo de frustración para los muchos colombianos que apoyan un acuerdo negociado. Lamentan su incapacidad para apelar a los corazones de la gente con palabras y gestos que inspiren —limitación que comparte con la mayoría de los líderes políticos del mundo de hoy—. Pero si no le sale por naturaleza, como él mismo ha tenido la humildad de reconocer, que se aplique con empeño y fe a la urgente misión de transmitir a sus compatriotas una visión ilusionante de las ventajas que recibirán todos —más turismo, mayor inversión extranjera, libertad de movimiento por todo el país, un grado de tranquilidad en el día a día desconocido desde hace 50 años— si compran un acuerdo con las Farc. Como escribió el mes pasado el periodista colombiano Álvaro Sierra en el diario El Tiempo, faltan “mensajes sencillos y convincentes que compitan con los de la oposición… Nadie le habla al oído al ciudadano común”.

Del éxito que tenga Santos en su gran asignatura pendiente dependerá la mejor oportunidad que Colombia ha tenido de conquistar la paz. La alternativa, por más que avancen los inescrutables diálogos de La Habana, es la guerra sin fin».

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