El papa Francisco firmó este martes los decretos para la canonización de la Madre Teresa, la religiosa que dedicó toda su vida a la defensa de los desheredados en India, así como del argentino José Gabriel del Rosario Brochero, y del mexicano José Sánchez del Río, un mártir cristero, quienes se convierten en modelos para la Iglesia.
La ceremonia, que se llevará a cabo el 4 de septiembre, se celebrará en San Pedro, según precisó sucesivamente el Vaticano y no en India.
La canonización, obtenida gracias a un segundo milagro registrado en Brasil -una curación inexplicable-, se celebrará justamente el año en que el pontífice argentino lo dedica a la Misericordia con un jubileo extraordinario.
Envuelta siempre en su sari de algodón blanco con un borde azul, Madre Teresa, fue durante la segunda mitad del siglo XX el símbolo de la defensa incansable de los pobres.
Galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1979, Madre Teresa será declarada santa 19 años después de su muerte, ocurrida en 1997.
La iglesia católica de India hubiera preferido que la ceremonia se celebrara en Calcuta, donde pasó buena parte de la vida, pero las autoridades eclesiásticas la programaron en San Pedro para honrarla desde el mayor templo de la cristiandad.
Nacida el 26 de agosto de 1910 en el seno de una familia albanesa en Skopje, capital de la actual república de Macedonia, que pertenecía entonces a Albania, Gonxhe Agnes Bojaxhiu entró en 1928 a formar parte de la orden religiosa Hermanas de Nuestra Señora de Loreto, cuya sede central se encuentra en Irlanda, tomando el nombre de Teresa en honor de Santa Teresa de Lisieux.
Enviada a Calcuta, en India, enseñó allí durante varios años en una escuela para niñas de las clases altas, antes de recibir la «llamada de las llamadas», es decir la vocación de servir a Dios a través de los pobres.
El arzobispo de Calcuta en ese momento, Fernando Periers, se negaba a dejarla salir de su orden, aduciendo que era demasiado joven para esa labor pese a que tenía 37 años de edad y tachándola de «novata incapaz de iluminar correctamente una vela».
Pero ella logró el apoyo de sus superiores e incluso del papa Pío XII.
A principios de 1948 se trasladó a vivir en los barrios pobres de Calcuta, donde sus ex alumnas se convirtieron al lado de ella en las primeras Misioneras de la Caridad.
En 1952, al tener que asistir a una mujer moribunda abandonada en la calle con los pies roídos por las ratas, algo que la conmueve profundamente, decidió volcarse completamente en una nueva tarea: ayudar a los más pobres entre los pobres.
Tras acosar a las autoridades de la ciudad, obtuvo que le cedieran un viejo edificio para dar cabida a los enfermos de tuberculosis, disentería y tétanos, es decir a aquellos que ni los hospitales querían atender.
Decenas de miles de necesitados pasaron por ese «hospicio»: muchos encontraron una muerte digna, siempre en el respeto a su propia religión, otros se recuperaron gracias a los cuidados de las monjas.
En Calcuta, Madre Teresa abrió también un orfanato, Sishu Bhavan, y un centro para leprosos, Shantinagar, donde actualmente se tejen los saris blancos con borde azul que usan las 4.500 Misioneras de la Caridad repartidas en más de 100 países.