
Colombia perdió terreno en la lucha anticorrupción y cayó siete puestos en el ranking mundial del índice de percepción de corrupción que publica anualmente Transparencia Internacional y se ubicó en el puesto 90 entre 176 países.
En el continente americano el país está en el puesto 17 y lo superan países menos corruptos como Panamá, Jamaica y Brasil.
Y es que por tercer año consecutivo el país recibió una baja calificación de 37 puntos sobre 100 de acuerdo al informe de 2016, que deja al sector público nacional con mayor percepción a las prácticas corruptas en el mundo.
El país menos corrupto según este ranking es Dinamarca en el primer puesto, seguido por Nueva Zelanda (2), Finlandia (3), Suecia (4) y Noruega (5). Los países con alto índice de corrupción son Somalia (176), Sudán del Sur (175), Corea del Norte (174), Sitia (173) y Yemen (172).
En este estudio realizado por analistas y expertos mundiales, se plantea de nuevo una fuerte crisis en la gestión pública por la corrupción en las tres ramas del poder público en Colombia.
De acuerdo con estudios recientes de Transparencia por Colombia, más del 90% de los empresarios del país reconoce que se ofrecen sobornos en el entorno de los negocios.
Además, alertó sobre la opacidad y la precariedad de los controles al financiamiento de las campañas políticas.
«En las últimas elecciones de mandatarios locales el 64% de los recursos reportados por los candidatos corresponden a recursos propios, mientras que el 25% a donaciones y créditos de personas naturales y jurídicas, haciendo que en ambos casos los controles por parte de la autoridad electoral sean muy débiles», indica el análisis.
Alejandro Salas, director de TI para las Américas, lamentó en declaraciones a Efe la caída general de los resultados de América Latina y destacó la evolución de cuatro países: México y Chile, por su comportamiento negativo, y Argentina y Brasil, por sus avances.
El caso de México «sorprende» no tanto por la caída como por su magnitud, indicó Salas, que señaló que sus resultados se explican por «la combinación de tres factores».
En el país se suman «uno tras otro» sonoros escándalos, como el de «la casa blanca», los «estudiantes de Iguala» o «el gobernador de Veracruz»; faltan avances en las reformas del presidente Enrique Peña Nieto para combatir la corrupción; y la justicia, que «casi no castiga a nadie», resulta ineficaz.
Chile, apuntó el director de TI para las Américas, sigue siendo un referente de transparencia para la región, pero sus datos empeoraron el año pasado, lo que es «una mala noticia para todos» por haber sido durante año un «ejemplo».
Su caída se explica por los «casos simbólicos» de «escándalos relacionados con la familia» de la presidenta chilena, Michelle Bachelet, y otros de «financiamiento» de partidos por parte de «grupos muy poderosos».
Argentina destacó por mejorar sus resultados en cuatro puntos, el mayor avance de la región, señaló Salas.
A su juicio, es una «noticia positiva» la evolución de un país enclavado en la parte baja del ránking tras un década con los Kirchner, gobierno «muy cuestionados» por el «populismo», la «corrupción», las «prebendas y el amiguismo».
A su juicio, el cambio está relacionado con la llegada a la presidencia de Mauricio Macri, algo que «no es cuestión ideológica», sino el reflejo de una «nueva agenda, más realista» y de la puesta en marcha de medidas impopulares, pero «que al país le hacían tanta falta».
Brasil, «que venía cayendo sistemáticamente desde 2012», también experimentó una «pequeña mejora» que se puede explicar por el «muy buen trabajo» de fiscales, policías y jueces para investigar los grandes casos de corrupción del país, como Petrobras o Odebrecht, y acabar con la sensación de impunidad previa.
EE.UU., por su parte, alcanza la posición 18ª con 74 puntos; Francia, la 23ª, con 69; España, la 41ª, con 58; China, la 79ª con 40 puntos, empatada con India; y Rusia queda relegada a la 131ª posición, con 29 puntos.
TI destacó en un comunicado la amenaza de los populismos, que medran en el «círculo vicioso» de la corrupción sistémica y la desigualdad económica y social.
Cuando los populistas, como el recién elegido presidente de EE.UU., Donald Trump, ponen en práctica sus promesas empiezan a «destruir o manipular» las instituciones democráticas, a «debilitar» las estructuras que ejercen de contrapesos en los Estados.
«Nosotros hemos comprobado que cuanto más débiles son las instituciones mayor es la corrupción. Y los populistas debilitan las instituciones», advirtió Salas.
