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Elon Musk cierra una primera semana caótica en Twitter: Despidos, boicot y pérdidas

Apremiado por recortar las pérdidas de la red social y pagar su costosa compra, Elon Musk recortó a la mitad la planta de empleados con despidos que recorrieron la red social y el mundo. La ola de despidos incluyó también el cierre temporal de todas las oficinas, y la suspensión del acceso de todas las credenciales.

“Si estás en una oficina o de camino a una oficina, regresa a tu casa”, fue la orden que recibieron los empleados, en el primer correo, el jueves.

Las consecuencias de esa drástica decisión, la más significativa que tomó Musk desde que pisó la red social, se sintieron casi de forma instantánea. Los trabajadores despedidos publicaron mensajes en Twitter, una abogada presentó una demanda colectiva en un tribunal federal de San Francisco. Y una coalición de activistas y organizaciones civiles, incluidas la Liga Antidifamación y la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (Naacp, según sus siglas en inglés), convocó a un boicot pidiendo a las empresas que suspendan sus avisos en la plataforma, infligiendo un daño aún incalculable a sus ingresos.

“Es inmoral, peligroso, y altamente destructivo para nuestra democracia que cualquier anunciante financie una plataforma que alimenta el discurso de odio, el negacionismo electoral y las teorías conspirativas”, dijo en un comunicado Derrick Johnson, de la Naacp, luego de reunirse con Musk. “Twitter debe ganarse a sus anunciantes creando una plataforma que resguarde nuestra democracia y se deshaga de cualquier contenido o cuenta que arroje odio y desinformación”, agrega.

Musk dijo después que Twitter había sufrido una caída “masiva” en sus ingresos.

“Twitter ha tenido una caída masiva en los ingresos debido a que los grupos de activistas presionan a los anunciantes, aunque nada ha cambiado con la moderación de los contenidos e hicimos todo lo posible para apaciguar a los activistas”, tuiteó Musk, en referencia a sus encuentros con las organizaciones civiles. “¡Extremadamente desastroso! Están tratando de destruir la libertad de expresión en Estados Unidos”, continuó.

El recorte draconiano en el staff de la empresa sumado al boicot convocado por activistas civiles terminó por coronar una semana caótica y plagada de polémicas para Twitter y Musk.

Después de meses de idas y vueltas, demandas y la amenaza de un juicio, Musk se quedó con Twitter la semana pasada tras finiquitar el acuerdo de transferencia por 44.000 millones de dólares. La compra dejó a Musk quedó bajo una enorme presión financiera. Los analistas han colocado el valor de la empresa más cerca de los 25.000 millones de dólares, muy por debajo del precio que pagaron Musk y sus inversores. Los cálculos privados indican que Musk deberá pagar alrededor de mil millones de dólares solo en pagos de intereses anuales. Musk, dueño de SpaceX y Tesla, tomó préstamos por alrededor de 13.000 millones de dólares, que deberán ser devueltos por Twitter, y no por él.

El cambio de manos cerró una las operaciones de mayor impacto en el mundo tecnológico. Aunque Twitter es menos popular que Facebook, Instagram o TikTok, posee una enorme influencia política y ha estado en el centro del debate sobre los límites a la libertad de expresión en Internet. Musk ha dicho que quiere transformar la plataforma, y si bien ha dejado entrever en varias oportunidades su proclividad a ser más laxo a la hora dictaminar qué se puede decir y quién puede decirlo, ante de tomar control de la empresa dijo que Twitter “no puede convertirse en un infierno de todos contra todos”.

Pero los primeros días de Musk en Twitter arraigaron las preocupaciones que existían antes de su llegada sobre el riesgo a que comenzaran a proliferar la desinformación y la violencia en la red, justo en la antesala de las elecciones legislativas en Estados Unidos, en las que Twitter suele tener un papel estelar. El propio Musk se encargó de confirmar esos temores al difundir un mensaje con una teoría conspirativa sobre el ataque a Paul Pelosi, el marido de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Después lo borró.

Una de las movidas que más ruido generó fue la decisión de comenzar a cobrar ocho dólares al mes por la suscripción de “Twitter Blue”, que le dará a los usuarios el tilde azul distintivo de las cuentas verificadas. Según documentos internos que revisó The New York Times, los usuarios que paguen no deberán atravesar un filtro de verificación para obtener la tilde azul, un giro que expertos y periodistas advierten que abrirá otra puerta para que prolifere la desinformación.