Cronica La Crónica

Elecciones 2010: “¡Mi propuesta es robar lo que más pueda! “

Juan Linares
Juan Linares
¡Me lanzo al Congreso! Es más: ya estoy en campaña, para qué esperar más tiempo si ¡los bárbaros ya están a las puertas de Roma! No me aflige ni me preocupa que mis colegas, que mis adversarios, hayan comenzado antes que yo ¡Allá ellos! ¿Qué sería esta vida sin cortinas? ¿Qué sería la vida sin esos viejos teloneros siempre prometiendo imposibles con tal de alzarse con otros cuatro años de viáticos, de carros blindados, de guardaespaldas, de contratos? Cuatro años “mamando gallo” en el Congreso y cediendo la soberanía del país ¡a pupitrazo limpio! Padres de la Patria que disputan su presa a mordiscos.

Adoradores de la cruz y de la espada han intentado convencerme para que someta mi nombre a una consulta partidaria, pero me he negado convenientemente. ¡Vuelo solo! Soy un ave solitaria que con su cantar se consuela. ¡Soy el jefe único de mi propio partido! Hago y deshago y solo le rindo cuentas a Dios y a la historia. Como un Júpiter del tercer mundo busco mi lugar bajo el ardiente sol de febrero. Además, ¿para qué dividir cuando se puede sumar y multiplicar? Bien lo dice el refrán: “Buey solo bien se lame”

Mi plan, para obtener un escaño en el Honorable Congreso de la República es – creo yo- de una insensata ingeniosidad: decir la verdad y nada más que la verdad. Total, ¿quién va a creerme? Proyecto durante mi campaña pueblerina levantarme en las plazas, en las tribunas públicas, con un mensaje desgarrador y contundente que puede sonar a suicida, pero no lo es. Confieso que me he preparado mentalmente para la ovación o el botellazo.

Señores: aspiro a representarlos dignamente: ¡Aspiro a robar! ¡A robar en grande! ¡A chuparle la sangre a todos los obreros de mi patria! A prevaricar con las luces encendidas. ¡A desfalcar! ¡A negociar! ¡A recibir sobornos de quien sea y para lo que sea! Si usted me elige me comprometo a cerrar hospitales y centros educativos por falta de presupuesto; a vender decisiones al mejor postor; a robar ¡sin asco! con premeditación, con saña, con alevosía. Como el gran Nerón me siento apto para destruir cualquier ciudad (en Bogotá se me adelantaron) y a todo un país con tal de enriquecerme. Ya habrá otros contratistas y otras comisiones que me ayudarán a ponerlos nuevamente de pie.

Por un buen porcentaje soy capaz de vender al país, con bases y todo. Y, como si esto fuera poco, les puedo encimar – sin cargo extra- a la generación dorada de políticos paisas, gente que ve bajo el agua ¡Juntos son dinamita! ¡Sencillamente asombrosos! ¡Fantásticos! ¡Inigualables! Son capaces de cambiarle los pañales a un avestruz en plena carrera.

Dicen que en el polo norte los esquimales poseen más de treinta palabras para describir la palabra nieve. Tanto abunda y está tan presente que hay muchas maneras de nombrarla. En nuestro país el verbo “robar” es toda una institución y no reviste, por suerte, esa gravedad solemne que le confieren otras lenguas u otras civilizaciones. ¡Allá ellos! Aquí robar al Estado a duras penas alcanza la categoría de pecado venial. Una infracción de tránsito suele tener más castigo, más reprobación por parte de la sociedad y sus jueces. Aquí casi todos los políticos roban. Pero lo novedoso de mi propuesta de campaña es admitirlo públicamente, a cara descubierta; sin refugiarme en esas palabras sin contenido que a menudo emplea nuestra clase política; esos ridículos slogans de utilería que detestan hasta los taxistas: “Vote por el cambio” o “¡La honestidad ante todo!” Yo en cierta medida soy mucho más honesto y les canto la justa: ¡Vengo a robar a engordarme! ¡Voten por mí!

Sin embargo en esto de esquilmar al pueblo, de humillarlo, de quitarle sus posesiones, tengo un rival que no me atrevo a subestimar u omitir: los bancos. ¡No hay quien pueda con ellos! Ellos y el superior gobierno son los únicos que pueden disputarme el trono y adueñarse de mis propuestas electorales. Los bancos tienen una moral a toda prueba, unos principios, una ética que ya quisieran haber tenido nuestros ilustres prohombres: en tiempos de bonanza económica son instituciones internacionales, en tiempos de crisis, orgullosamente nacionales.

Otro escollo que deberé enfrentar en mi campaña por una Curul al Congreso es la Honestidad. La honestidad es un virus depredador que carcome las entrañas de nuestra sociedad. Más de 80 colegas, algunos de mi banda, de mi bancada, han caído durante esta administración víctimas de este flagelo. ¡Todos inocentes, señor! ¡Todos! ¡El exceso de confianza los mató! Es fama que un buen político no intenta nunca ocultar una acción indebida de contratos, un desfalco, un prevaricato, sino simplemente hacer que estos actos sean indemostrables ante un Tribunal. Ese error de principiantes, harto explicado en el “Tratado de Justicia Domestica”, los perdió.

Sé que los partidos tradicionales me miran con desconfianza y la clase alta de este país me ningunea (los ricos, los millonarios, consideran a los políticos como parte del servicio domestico) me ven como una rueda suelta. ¡Me temen! Soy un hombre peligroso, soy un hombre libre: no tengo escrúpulos. Por eso es que sé que voy a llegar lejos…

Una estatua o el nombre de una plaza me esperan.

No niego ni maldigo mi raza, soy diferente de cualquier humanoide: carezco de corazón. Soy un ser despreciable, un cínico, un mercenario, un filibustero: ¡Soy un político!

Poco me duele su menosprecio porque cuando llegue el día de la elección, el día de “jugársela toda” por un cambio, por el país, usted votará por mí o alguien como yo. ¡Siempre fue así!

¡Vote por mí! Marque en el tarjetón el 2012 y ¡gánese un pasaje al infierno!

Por Juan Linares

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