Radio Santa Fé

¡Contra la pared!: Armando Romero

Cajambre es un pedazo de mi vida que me impactó mucho
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)

A veces no es fácil abandonar el país, pero cuando toca…toca. Y el novelista Armando Romero se fue simplemente porque tenía que cambiar de piel, de geografía, de ambiente. Y al otro lado de la frontera se siente la nostalgia, aunque él asegura que no, que es un simple cambio y ya. Pero lejos están sus amigos, su gente, el aroma del país, los “desamarrados”, el sancocho, los “cholaos”…¡Todo!

Y estando lejos quiere saber más de su Cajambre, ese pedazo de territorio que quedó para siempre incrustado en esa África americana que retrató tan bien en su Cajambre la novela que publicó B y que se convirtió en un referente para muchos de sus lectores.

– ¿Por qué resolvió irse arriba del Río Bravo?
– En mí, las cosas siempre vienen por el azar fortuito. Ir a vivir a los EUA tiene varias respuestas. La primera es el amor que se unió a una ciudad donde se han resuelto muchas de mis cosas: Pittsburgh. Allí nacieron mi esposa y mis hijos. Su universidad me invitó a terminar un doctorado con ellos en 1979. Allí estudié inglés en 1971. Allí escribí varios de mis libros de crítica literaria. Muchas cosas más. No vine a EUA en busca de dinero. Vine buscando un buen sitio para poder escribir. Ya para 1979, yo había agotado todos los países latinoamericanos. No me quedaba ninguno para vivir. Y Europa estaba muy lejos.

– ¿Podemos decir que es una especie de exilio voluntario y del alma?
– Sí. Mi exilio es voluntario, pero no del alma porque ésta, si es que existe y pesa, se queda con uno en la infancia. A mí nadie me echó de Colombia. Para eso habría tenido que ser una persona con cierta importancia. Y yo no pintaba un carajo para nadie, excepto mis padres. Había estado cerca del movimiento nadaísta, pero ya no tenía amigos cercanos entre esta gente. Además no estaba contento con la actitud de muchos de ellos, especialmente Gonzalo Arango. Yo siempre hice mi obra en soledad y distanciamiento. Tengo mucho de monje en ese sentido, pero prefiero el mar a las montañas.

– ¿Es duro tener que dejar el país?
– No. De ninguna manera. Recuerdo que cuando salí de Colombia, en 1967, y me vi en Ecuador, estaba muy contento. Me dolía estar lejos de mis padres, pero nada más. El país realmente ya estaba hecho para mí. Ya no necesitaba más. Y así lo pruebo en las dos novelas que escribí centradas la una en Cali, y la otra en el Pacífico, en Cajambre. Son novelas donde está todo lo que vi y quiero ver en Colombia. Ya hoy todo es diferente para mí. Quiero a mis amigos en Colombia, pero ya no tengo esa necesidad de la tierra. Tal vez comer empanadas, en el Obelisco de Cali, es lo que más añoro.

– ¿Es una nueva y buena experiencia dejar a Colombia por un buen tiempo para tener que retornar?
– No lo sé. Yo nunca retorné, sólo por vacaciones o de visita a mis padres. Los que crecimos dentro del marco de la violencia colombiana tenemos problemas al regresar. Yo hablé de esto en unos de mis poemas. Sé de amigos escritores que regresaron, entre ellos Oscar Collazos y Rafael Humberto Moreno Durán. Es duro. Ambos sufrieron mucho pero se integraron de nuevo al correr del país. Yo los admiro. Pero yo no puedo hacerlo. Estoy demasiado distante, tal vez.

– ¿A veces es mejor el caos en Colombia que el orden en EUA?
– No. El caos no es bueno en ninguna parte, excepto en la geometría fractal.
– ¿Ha seguido escribiendo con la misma disciplina de siempre?

– Sí. Escribo con cierta constancia, pero no todos los días. Mis libros se gestan silenciosamente así esté jugando ajedrez, mi oficio favorito. Pero siempre estoy trabajando con la imaginación y la memoria. Ahora mismo trabajo en un libro de poemas sobre el mar Egeo y en una novela que tiene como centro Atenas.

– ¿Por qué quiso hablar de Buenaventura en su más reciente novela?
– La verdad es que no hablo de Buenaventura específicamente en mi nueva novela Cajambre. Cajambre es una región al sur de Buenaventura, donde hay pequeños poblados. Yo allí pasé buenos días de mi adolescencia, visitando a mis tíos quienes tenían aserríos en la desembocadura de los ríos. Cajambre es el nombre de un río enorme, hermoso y peligroso a la vez. Esta región es prácticamente desconocida para la mayoría de los colombianos, y ni qué decir de los extranjeros.

– ¿Fue realmente sorpresivo haber ganado un premio literario en España?
– Sí. Como usted sabe, casi todos los premios literarios en España, ya sea de narrativa o poesía, están dados de antemano. Yo no quise mandar mi novela a uno de esos premios porque sin una invitación para ganar no se puede concursar. Así que la mandé a uno de provincia, donde la competencia es leal, dura y sincera. Y así fue. Conocí a algunos de los miembros del jurado, cuando fui a recibir el premio, y eran personas idóneas, honestas, que no estaban en el juego de la publicidad literaria.

– ¿Podemos decir que Cajambre es un pedazo de su vida o de su piel?
– Sí. Es un pedazo de mi vida porque este ir a ver y convivir con el mundo de nuestra África americana me impactó mucho. También allí estaban mis tíos, que eran seres formidables. Por eso al escribir esta novela quiero rendir tributo a negros y blancos, a mestizos y mulatos. Todos ellos pobladores de esta región.

– ¿La novela la escribió para que los colombianos reflexionemos un poco?
– Ojalá sirva para reflexionar, para ver. Hoy sé que muchos están empujando para que se les reconozcan los derechos a los negros, y eso me parece bien. Sin embargo, he visto que se está copiando mucho el modelo gringo de “affirmative action”. Esto para mí debe estudiarse con mucho cuidado. La discriminación de nuestros compatriotas negros es diferente en Colombia y nosotros tenemos el mestizaje que es un puente cultural muy importante, el cual no existe en los Estados Unidos. Debemos crear nuestros propios modelos. Ya basta de estar copiándoles a los estadounidenses sus respuestas sociales. Con la cocacola es suficiente.

– ¿Ya tiene en salmuera otra obra?
– Sí. Como dije antes, trabajo en el material de investigación de un libro de poemas sobre el mar Egeo. Este será un libro de viajes en forma de poemas, como lo es mi libro Hagion Oros – El Monte Santo. Es un ir lírico, histórico y personal sobre este mar que es estética pura y geometría. También trabajo en una novela centrada en Atenas.

– ¿Cuál es el tema de la misma?
– No lo sé a ciencia cierta. El tema siempre viene a mí cuando empiezan a ordenarse las palabras, cuando los personajes toman vida y me lo dictan por las noches, antes de quedar dormido.