El noruego Anders Behring Breivik, fue condenado este viernes en Oslo a 21 años de cárcel prorrogables, luego de haber reconocido que asesinó a 77 personas el 22 de julio de 2011, al disparar contra un campamento de jóvenes laboristas luego de haber hecho explotar una bomba cerca de la sede del gobierno.
Breivik describió la masacre como «un ataque preventivo en contra de los traidores de la patria»
Durante el juicio, algunas de las personas que fueron amigas del asesino lo describieron como una persona sociable, inteligente e incluso tolerante, muy preocupada por su aspecto, pero totalmente aislado a partir de 2006.
Si bien sus críticas al islam, al multiculturalismo y al «marxismo multicultural» son recurrentes, Breivik se define él mismo como un «militante nacionalista», conservador, pero no racista, que se sacrificó para proteger a los noruegos en contra de la desintegración del país.
Ante los jueces afirmó ser «alguien muy simpático en tiempos normales».
El 22 de julio de 2011 en la isla de Utoya mató sin embargo fríamente a 69 personas, en su mayoría adolescentes, lo cual le convirtió en el autor del tiroteo más sangriento perpetrado por un solo hombre.
Poco antes había asesinado a otras ocho personas al hacer estallar una camioneta bomba en el barrio de los ministerios en Oslo.
Fueron actos «atroces pero necesarios», según él, y que parece haber perpetrado solo después de haberlos planeado durante mucho tiempo.
Según su manifiesto, Breivik entró en 2002 en una cruzada ideológica en los ‘Caballeros Templarios’ -una organización cuya existencia la policía nunca logró probar- y decidió entrar en acción ya a fines de 2009.
Este hombre, de una cortesía desconcertante, empezó entonces a preparar en detalle los ataques más sangrientos cometidos en Noruega desde la Segunda Guerra Mundial, con cuidado para no levantar sospechas.
Es el ejemplo tipo del ‘lobo solitario’ que vive recluido en el apartamento de su madre, antes de mudarse a una granja alquilada para poder adquirir discretamente el abono necesario para fabricar su bomba.
«A mí me parecía una persona común y corriente, el hombre que pasa desapercibido», declaró un vecino de su madre a AFP al día siguiente de la matanza.
Santa Fe con AFP