Judicial

Capturaron a Sor Teresa Gómez para que cumpla condena de 40 años

hermanastra castaño

En la vereda Chocho del municipio de Yumbo, Valle del Cauca, fiscales de la Unidad contra las Bandas Emergentes, con el apoyo de la Dijin de la Policía Nacional, hicieron efectiva la orden de captura en contra de Sor Teresa Gómez Álvarez, por el homicidio de Yolanda Izquierdo.

Sor Teresa Gómez tenía una orden de captura vigente tras ser condenada a 40 años de prisión por la muerte de la líder de tierras Yolanda Yamile Izquierdo de Ríos en Montería, en enero del 2007.

Al momento de su captura se identificó con la cédula de una de sus hermanas y posteriormente terminó por reconocer ante los fiscales su verdadera identidad.

 

BOGOTÁ.- La captura de Gómez se produjo en la vereda Chocho del municipio de Yumbo, en el departamento del Valle del Cauca  (suroeste), donde fue encontrada por fiscales de la Unidad contra las Bandas Emergentes  (Bacrim), con el apoyo de la Policía Nacional.

Gómez, quien estaba prófuga de la justicia desde hacía dos años, fue condenada por el asesinato en enero de 2007 de Yolanda Izquierdo, una líder campesina del departamento caribeño de Córdoba.

Al momento de su captura, Gómez se identificó con la cédula de una de sus hermanas, pero terminó por reconocer ante los fiscales su verdadera identidad.

Gómez, hermanastra de Carlos, Fidel y Vicente Castaño, ha sido señalada como jefe financiera de la banda criminal de los Urabeños  y está considerada como una de las principales enemigas del proceso de restitución de tierras a campesinos víctimas de los grupos paramilitares.

Desde el momento en que se le dictó orden de captura, la Fiscalía responsabilizó a Gómez de delitos como homicidio, tentativa de homicidio, concierto para delinquir y amenazas, derivados de la persecución efectuada a Izquierdo, asesinada en Montería, capital de Córdoba.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, que fue informado de la noticia durante el acto de lanzamiento de la “Ruta de Reparación para las Víctimas de Desplazamiento”  en el municipio de San Carlos, en el departamento de Antioquia, expresó su satisfacción por la captura de Gómez, según la Casa de Nariño, sede del Ejecutivo.

Sor Teresa Gómez será trasladada  de Cali a Bogotá en un avión de la Policía y será presentada directamente ante el Instituto Nacional Penitenciario  (Inpec) y ante un juez de ejecución de penas.

Posando como una ciudadana de común se encontraba Sor Teresa Gómez Álvarez, en el momento en que fue capturada por la Unidad contra las Bandas Criminales de la Fiscalía y la Dijin de la Policía, para que responda por la condena de 40 años que tiene en su contra, por la muerte de la reclamante de tierras Yolanda Izquierdo, asesinada en el 2007.

Pudo conocer que Sor Teresa se percató del operativo en su contra y alcanzó a escapar de su casa en un vehículo, pero la Policía se dio cuenta de lo sucedido y le impidió la fuga. Al pedirle que se identificara lo hizo con el documento de su hermana. Las autoridades le solicitaron que regresaran a la vivienda de la que había salido y al llegar al lugar, se encontraron con la verdadera dueña de cédula. Finalmente, al ver que no tenía salida alguna, terminó por reconocer de quién se trataba en realidad.

Sor Teresa, hermanastra de Vicente, Fidel y Carlos Castaño, fue capturada en  la vereda El Chocho del municipio de Jamundí (Valle). Cuando un piquete de la Policía y miembros de la Fiscalía le pidieron que se identificara mostró una cédula de una de sus familiares. Pero no tenía escapatoria; las autoridades sabían exactamente a quién buscaban y por qué.

La historia de la fugitiva Sor Teresa Gómez Álvarez está manchada de sangre y tierra. Sangre, como la de Yolanda Izquierdo, asesinada en 2007, crimen por el que la semana pasada Gómez Álvarez fue condenada a 40 años de prisión. Y tierra, como los cientos de hectáreas que han pasado por sus manos como la más leal de los testaferros de los hermanos Castaño Gil: Fidel, Carlos y Vicente, los padres de la barbarie paramilitar.

Su particular nombre obedece a la devoción religiosa de sus padres. De baja estatura, aspecto y trato humilde y piel quemada por el sol, comenzó a hacerse visible a finales de los años ochenta, cuando llegó a Córdoba, en una época en que los Castaño ya lideraban el grupo criminal Los Pepes, famoso por su enfrentamiento con Pablo Escobar.

Enfundada en sus botas de caucho, ropa de trabajo y con un poncho al hombro, Sor Teresa fue la cara ‘social’ de la sangrienta lucha de Fidel. Estuvo al frente de la Fundación para la Paz de Córdoba (Funpazcord), una organización que se hizo cargo de una simulada entrega de tierras que Castaño hizo en 1990, con la que facilitaba la desmovilización de los guerrilleros del Ejército Popular de Liberación (EPL) y de sus propios hombres.

Esta singular reforma agraria beneficiaba a 2.500 familias, que recibían unas 12.000 hectáreas de varias de las haciendas con las que los Castaño comenzaron a construir su señorío al margen izquierdo del río Sinú, entre Montería y el municipio de Valencia.

La región fue testigo de las singulares campañas que hacía Sor Teresa por el civismo y la protección de animales en vías de extinción. «Protege este árbol; si no lo haces, recibirás tu castigo», decían unos avisos que mandó instalar en la zona de Villa Libertad, un poblado que conserva hasta hoy una placa de agradecimiento a Fidel Castaño por la construcción de su colegio. El mismo que tenía que asear quien no cumpliera con la ordenanza de Sor Teresa.

Fue su época de oro. Era la encargada de recoger plata entre los ganaderos para comprar combustible y contratar maquinaria para reparar las vías. La trataban con deferencia en la Montería de entonces, en donde era frecuente verla tomando café al frente de la estación de Policía, donde funcionaban las oficinas de Funpazcord. Pero esto cambió de golpe.

Una tarde de octubre de 1996, un carrito de helados cargado de dinamita, abandonado en la puerta de la Fundación, le recordó a Sor Teresa que ella en realidad era una fachada de una organización criminal en guerra.

 

La última de los Castaño

La historia de la fugitiva Sor Teresa Gómez Álvarez está manchada de sangre y tierra. Sangre, como la de Yolanda Izquierdo, asesinada en 2007, crimen por el que la semana pasada Gómez Álvarez fue condenada a 40 años de prisión. Y tierra, como los cientos de hectáreas que han pasado por sus manos como la más leal de los testaferros de los hermanos Castaño Gil: Fidel, Carlos y Vicente, los padres de la barbarie paramilitar.
Por ser esposa de Manuel Gil, hermano medio de los Castaño, y, como ellos, ser oriunda de Amalfi, Antioquia, Sor Teresa se ganó desde joven la confianza de Fidel, el mayor de ese clan familiar. Su particular nombre obedece a la devoción religiosa de sus padres. De baja estatura, aspecto y trato humilde y piel quemada por el sol, comenzó a hacerse visible a finales de los años ochenta, cuando llegó a Córdoba, en una época en que los Castaño ya lideraban el grupo criminal Los Pepes, famoso por su enfrentamiento con Pablo Escobar.

Enfundada en sus botas de caucho, ropa de trabajo y con un poncho al hombro, Sor Teresa fue la cara ‘social’ de la sangrienta lucha de Fidel. Estuvo al frente de la Fundación para la Paz de Córdoba (Funpazcord), una organización que se hizo cargo de una simulada entrega de tierras que Castaño hizo en 1990, con la que facilitaba la desmovilización de los guerrilleros del Ejército Popular de Liberación (EPL) y de sus propios hombres. Esta singular reforma agraria beneficiaba a 2.500 familias, que recibían unas 12.000 hectáreas de varias de las haciendas con las que los Castaño comenzaron a construir su señorío al margen izquierdo del río Sinú, entre Montería y el municipio de Valencia.

La región fue testigo de las singulares campañas que hacía Sor Teresa por el civismo y la protección de animales en vías de extinción. «Protege este árbol; si no lo haces, recibirás tu castigo», decían unos avisos que mandó instalar en la zona de Villa Libertad, un poblado que conserva hasta hoy una placa de agradecimiento a Fidel Castaño por la construcción de su colegio. El mismo que tenía que asear quien no cumpliera con la ordenanza de Sor Teresa.

Fue su época de oro. Era la encargada de recoger plata entre los ganaderos para comprar combustible y contratar maquinaria para reparar las vías. La trataban con deferencia en la Montería de entonces, en donde era frecuente verla tomando café al frente de la estación de Policía, donde funcionaban las oficinas de Funpazcord. Pero esto cambió de golpe. Una tarde de octubre de 1996, un carrito de helados cargado de dinamita, abandonado en la puerta de la Fundación, le recordó a Sor Teresa que ella en realidad era una fachada de una organización criminal en guerra.

De hecho, un par de años después, en un famoso allanamiento en Medellín contra las nacientes Autodefensas, encontraron en un parqueadero cientos de documentos que darían cuenta de cómo la Fundación era un engranaje clave para el lavado de dinero de los Castaño. Aun así, nunca hubo una acción de la justicia en su contra.

Tras la muerte de Fidel, a mediados de los años noventa, quedó Carlos, quien no solo heredó su espíritu guerrero, sino el voto de confianza que había en Sor Teresa. En 2002, presagiando lo peor, escribió un documento que se conocería como su testamento, en el que decía cómo repartir algunos de sus bienes. Sor Teresa fue una de las garantes de la última voluntad de Carlos Castaño, que se haría efectiva en 2003, cuando fue asesinado por sus compañeros. Paradójicamente, Jesús Ignacio Roldán, alias ‘Monoleche’, yerno de Sor Teresa, reconoció ser quien lo mató.

Suegra y yerno quedaron bajo la égida de Vicente, el último de los hermanos Castaño, quien también confiaba en ella. Sor Teresa reapareció esta vez en Urabá, donde Vicente desarrollaba su ambicioso proyecto de siembra de palma despojando y asesinando a los nativos y colonos legítimos propietarios de esas tierras. En 2003, a través de otra asociación (Asoprobeba), participaron en negocios que luego serían denunciados como irregulares en el emblemático caso de tierras colectivas de Curvaradó y Jiguamiandó. El nivel de confianza que despertaba Sor Teresa entre los paramilitares fue tal que aparece en inmuebles que el Estado ha incautado a otros jefes de las Autodefensas.

De nada había servido que desde 2004 fue incluida por el gobierno de Estados Unidos en la Lista Clinton, que representaba a sus asociaciones abiertamente y que escrituras y registros mercantiles estaban a su nombre. Los negocios seguían, al parecer, con fondos ganaderos locales. La justicia no la tocó. Se desmovilizó en abril de 2006 como parte del Bloque Élmer Cárdenas, y nada pasó.

Pero fue precisamente por las primeras tierras que le administró a Fidel Castaño que se selló su suerte. Tras la desmovilización paramilitar, varios líderes campesinos retomaron confianza en el Estado, rompieron su silencio de años y salieron a denunciar y a reclamar lo que era de ellos y que les fue arrebatado por los paramilitares. Una de estas líderes era Yolanda Izquierdo.

Reclamaban que la famosa reforma agraria que en su momento hizo tan populares a los Castaño fue una farsa. Que en algunos casos, o no entregaron los predios o lo hicieron con condiciones que limitaban el pleno dominio sobre las tierras, mientras dejaban el poder real para disponer de ellas en manos de Funpazcord. Fue así como esta asociación se hizo a créditos que nunca pagaron y por los que los campesinos tenían que responder. En otros casos, los campesinos fueron obligados a abandonar las tierras o se les recompraron por menos del valor real.

Los reclamos de Yolanda Izquierdo fueron silenciados a comienzos de 2007. Un sicario la asesinó en el antejardín de su casa, donde estaba con su esposo, quien quedó herido. Rápidamente, las miradas se volcaron hacia Sor Teresa, al punto que en abril de ese año se dictó orden de captura en su contra, sindicada de ser la autora intelectual del crimen. Desde entonces, está prófuga.

Quienes la conocieron aseguran que el mundo de Sor Teresa transcurre en el triángulo que se forma entre la región de Urabá, Montería y su natal Amalfi. Allí es donde presuntamente se mueve mientras la buscan las autoridades. En tres años, un tiempo corto para los ritmos de la justicia colombiana, el juez primero de Cundinamarca confirmó la sentencia condenatoria a 40 años de prisión en su contra. A los 55 años, que está próxima a cumplir, esto se traduce en una cadena perpetua.

Así como su asesinato convirtió a Yolanda Izquierdo en un símbolo de la lucha de cientos de miles de colombianos por la restitución de sus tierras, la captura y reclusión de quien habría ordenado su muerte enviaría un mensaje contundente. Después de Izquierdo, al menos una decena de líderes de las víctimas que reclaman por sus tierras han sido asesinados, muchos en Urabá, y esos crímenes están impunes. Aunque en este caso la justicia ha conseguido señalar a un responsable, no deja de ser elocuente que, con todo y condena, Sor Teresa Gómez, última integrante de un clan que tiñó de sangre el país, siga en libertad.