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Murió Hiroo Onoda: El soldado japonés que se rindió 30 años despues de la guerra

Hiroo Onoda

Esta semana murió en Tokio, el subteniente japonés Hiroo Onoda, quien se negó a rendirse hasta casi 30 años después de finalizar la II Guerra Mundial, Onoda emprendió una guerrilla contra las tropas estadounidenses en la isla de Lubang, cerca de Luzón, hasta que finalmente fue persuadido en el año 1974 de que la guerra había finalizado.

Onoda falleció el pasado jueves a los 91 años por problemas cardíacos. El testimonio de su dedicación y lealtad a la causa de su ejército se plasmó en el libro “No rendición: mi guerra de 30 años”.

Durante años se le lanzaron mensajes escritos desde aviones y se realizaron otros esfuerzos sin éxito para convencerlo de que el ejército imperial había sido derrotado. Fue necesaria la visita de quien fuera su comandante para que Onoda pusiera punto final a su guerra personal.

Onoda fue el penúltimo de muchos de los apodados ‘holdouts’ repartidos por varios países del sudeste de Asia, hombres que simbolizaron la asombrosa y absoluta perseverancia de quienes fueron llamados a luchar por su emperador.

“Era un oficial y recibí una orden, si no la hubiera cumplido me habría avergonzado”, resumió Onoda su acción en una entrevista.

Cuando apenas contaba con 20 años de edad, Hiroo Onoda se alistó en el ejército de su país, el cual lo capacitó como oficial de Inteligencia y en 1944 envió a la isla Lubang, ubicada en Filipinas, con la orden de introducirse en las líneas enemigas y bajo ninguna circunstancia rendirse o cometer suicidio, así como hacer todo lo posible para evitar caer en manos del enemigo.

Al obedecer al pie de la letra las instrucciones, Onoda vivió en la selva de Filipinas por 30 años sin saber que la II Guerra Mundial había terminado y que Japón se había rendido, fue hasta 1974 que sorprendió a propios y extraños, cuando apareció tras abandonar su misión y regresar a su país.

Luego de la rendición de Japón en la Guerra (1945), Onoda continúo con el servicio a su país en la jungla, totalmente convencido de que la batalla seguía. En la isla de Lubang se alimentaba de plátanos, mangos y animales que conseguía cazar. Durante tres décadas se escondió de la policía filipina e incluso de las expediciones japonesas que iban en su búsqueda ya que las confundía con fuerzas enemigas.

En 1959 ya había sido declarado muerto. Fue hasta marzo de 1974 cuando Onoda se encontró con un viajero cuya agenda tenía programada las siguientes “misiones”: encontrarlo a él, a un panda y al yeti; pero Onoda le dijo que se rendiría hasta recibir órdenes de un superior. Dicho y hecho: el gobierno japonés envió a su superior, el mayor Taniguchi, quien fue hasta filipinas para pedirle su rendición el 9 de marzo de 1974.

“Onoda por fin se rindió, deponiendo su espada y su rifle de cerrojo Arisaka, el arma estándar del ejército japonés, que conservaba en perfecto estado de revista”.

Por su ejemplar actitud, Hiroo Onoda fue objeto de varios homenajes y fue recibido como héroe en Japón, además el hicieron la entrega de todos los pagos atrasados que se le debían. Por cierto, el presidente filipino le perdonó haber matado a uno que otro paisano suyo, con todo y que ya no había guerra que lo justificara.

Con todo, Onoda nunca se sintió a gusto con la modernidad y emigró a Brasil, donde se dedicó a la cría de ganado, para luego regresar a Japón y poner en marcha un campamento dedicado a la impartición de cursos sobre la vida en la naturaleza, tema que de sobra dominaba.Todo un caso de estudio psicológico, médico, de supervivencia y militar.

Santa Fe con agencias

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