El jurado del III Premio Bienal de Artes Plásticas y Visuales, conformado por Natalia Gutiérrez, Carolina Ponce de León y Víctor Manuel Rodríguez, otorgó por unanimidad dos premios de adquisición, cada uno de $30.000.000, a las obras: Soporte, intervención escultórica de Mario Opazo y Con el diablo adentro, performance de Nadia Granados.
Además una mención a la obra De gran altura, intervención urbana de Ana Karina Moreno. Las obras de Granados y Opazo entrarán a formar parte de la colección de arte de la FUGA.
En el acta de premiación el jurado señaló que es “ejemplar la reflexión que cada artista ha realizado sobre el arte de sitio específico, entendiendo este como espacio simbólico cargado de memoria. Las obras ganadoras, hacen de la memoria un dispositivo político para sacar a la luz historias de la colonialidad y patriarcalidad de los relatos nacionales”.
El III Premio Bienal de Artes Plásticas y Visuales 2014, concurso de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, convocó a artistas de mediana y larga trayectoria a presentar proyectos de sitio específico que involucraran la arquitectura y/o la memoria del lugar concebidos para las salas de exposición de la FUGA.
Se seleccionaron ocho artistas, entre 26 participantes, que concursaron por una bolsa de $60.000.000, cuyas obras se programaron en dos muestras consecutivas:
Ganadores:
-Mario Opazo, Soporte, 2014, intervención escultórica con madera rolliza, 12 x x 4.5 x 3.5 metros
Soporte es un proyecto en el que confluyen experiencias e ideas en torno a la arquitectura como escritura, como marca física en la que se actualiza y adquiere cuerpo el texto de una cultura. Es decir, que se avanza en una idea de arquitectura como señal física de la memoria, como acumulación de aquello que se resiste a la muerte y que sobrevive al olvido, como acumulación de lo inolvidable proyectando el porvenir, la memoria como acumulación del haber sido, el estar siendo y el querer ser.
Es importante la noción de persistencia y cambio como binomio de tensión, Soporte también se refiere al soportar el peso, el tiempo, el suelo y la raíz de lo propio y el aire y la luz desconocida, soportar el cambio, el movimiento y la transformación. Resulta del modo en el que se traslapan, se montan, se relacionan las huellas de una cultura en la otra, de sus maneras de resistir y apoyarse.
Soporte alude a la dificultad en la obra de arte, de cuerpo que se ve transformado y por lo tanto amenazado a ser otro en lo otro.
Texto: Mario Opazo
-Nadia Granados, Con el diablo adentro, 2013-2014, Videoinstalación y performance.
La primera virtud del espectáculo (independiente de lo que pueda simbolizar) es la de abolir todo móvil y toda consecuencia: lo que importa no es lo que uno cree, sino lo que se ve. Un culo que habla es más frecuente que un discurso sobre la vejez o la bondad. Ocurre todos los días, en los bares de chicas los culos tienen voz propia, se contonean con una sonrisa y constituyen el verdadero rostro de las mujeres en una sociedad de hombres que paga para verlas desfilar. La pasarela está en las calles y en los burdeles. Algunas cosas son esencialmente simples y bien conocidas, se trasforman en secretos. Como si ser prostituta fuera sólo un acuerdo de moralidades, las caras han desaparecido y sólo quedan culos por doquier.
En una sociedad sin rostro femenino, se ha desplazado a las nalgas (culote, culito) articulado con un discurso complaciente de deseo. El culo que habla (o Monólogo del culo) es un cabaret monstruoso lleno de perversidad pura, tan pura como su propia y radical honradez. No dice nada, lo grita, deformado, enfurecido, al mismo tiempo que expuesto con el coño al aire tras un comienzo de salsa de motel, deliberadamente cursi y masculino, estalla en lo que podríamos creer una imprecación sin idioma, ininteligible. Esa visión deformada (aunque sean unos glúteos perfectamente contorneados, sobre los que se proyecta un rostro arrebatado por la cólera) de la prostitución, posee un profundo carácter ambiguo. La flatulencia –pero endemoniada– de los discursos políticos es otra de las formas en que se podría interpretar. Quizás porque el arte, entre otras cosas de menor o mayor valía, es una zona de tolerancia donde lo monstruoso puede ser representado sin consecuencias catastróficas dentro de las fronteras establecidas por el orden regular, ya que la pulsión entre lo normal y lo diferente crea el símbolo, el estatus del arte, el tener gusto por las lágrimas, y saber llorar con un rugido.
-Ana Karina Moreno, De gran altura, 2014, intervención en la fachada y el balcón interior de la FUGA.
Partiendo del Plan Centro, el proyecto De gran altura genera interrogantes sobre la ambivalencia de los proyectos de renovación urbana, señalando específicamente las numerosas construcciones verticales que toman el lugar de las casas tradicionales y antiguos edificios que transforman la ciudad y consecuentemente la modernizan. Sin embargo, la historia, el patrimonio arquitectónico, natural y la vida misma terminan siendo relegados e insignificantes en la proyección de la urbe.
El proyecto De gran altura aborda la especificidad teniendo en cuenta tanto la casa como la localización donde se encuentra la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, ya que esta casa colonial se conserva como patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad; y a su vez, está ubicada en el centro histórico que integra una de las zonas del plan centro de Bogotá. Los puntos de cruce que se establecen en y alrededor de la casa detonan el desarrollo de las intervenciones que componen el proyecto De gran altura que aluden a los estilos publicitarios de las salas de venta y exhibición de los nuevos proyectos urbanísticos. Utilizando estrategias y estéticas establecidas y además sobreponiendo dos tipos de arquitecturas, las intervenciones señalan las ambiciones y condiciones opuestas de los proyectos de renovación urbana.