La legendaria actriz sueca Anita Ekberg, inmortalizada por Federico Fellini en “La dolce vita” pero caída en el olvido desde hace más de una década, falleció este domingo a los 83 años cerca de Roma, en la clínica San Raffaele di Rocca di Papa, en la que se encontraba ingresada desde hacía tiempo.
Ekberg, de 83 años de edad, era famosa en todo el mundo por su interpretación actoral en la película La Dolce Vita, del mítico director Federico Fellini, en la que compartió escenas inolvidables con otro grande del cine universal: Marcello Mastroianni.
Su nombre real era Kerstin Anita Marianne Ekberg y nació en la ciudad sueca de Malmo el 29 de septiembre de 1931, en el seno de una familia numerosa compuesta por otros siete hermanos.
Aunque nació y creció en Suecia, Ekberg pasó la mayor parte de su vida adulta en el extranjero, primero en Estados Unidos, donde rápidamente se convirtió en una de las principales estrellas cinematográficas a partir de los años 1950, y luego en Italia, donde falleció este domingo.
Rubia, alta y voluptuosa, se hizo con el certamen de Miss Suecia a la edad de 19 años y probó suerte en este tipo de concursos en Estados Unidos, donde no tuvo demasiado éxito.
Sin embargo, su presencia en los mentideros de la farándula estadounidense le acabaron abriendo las puertas de Hollywood, donde en aquellos años dominaba el ideal de belleza marcado por estrellas como Marilyn Monroe.
Fue el magnate Howard Hughes el encargado de abrirle las puertas de la meca del cine y de pedirle matrimonio, con escaso éxito.
En este periodo trabaja con frecuencia de la mano del director Frank Tashlin, con el que interpreta un papel secundario en «Artists and Models» (1955) en la que comparte plantel con actores como Jerry Lewis o Dean Martin.
Con ellos protagonizó «Hollywood or Bust» (1956), que le valió el Globo de Oro a la mejor actriz emergente en aquel año.
Pero no sería hasta la década de 1960 cuando saltara a la fama mundial al interpretar el papel de Sylvia, una actriz de reconocido prestigio que encandila a Marcello (Marcello Mastroianni), un periodista romano que perseguía a famosos por la -por entonces- concurrida Vía Véneto.
En una noche desenfrenada en la que los dos personajes se pierden por aquella Roma neorrealista, de gatos y sonámbulos, Sylvia decide introducirse en la Fontana de Trevi, retando a su acompañante a hacer lo propio al grito de «Marcello, come here» (Marcello, ven aquí).
El protagonista, embobado ante la belleza angelical de su acompañante, decide hacerla caso y meterse en el agua, protagonizando juntos una de las escenas más célebres de la historia del Cine.
Encontró la fama en una Italia en ebullición, la de Cinecittà, Fellini y Mastroianni, Pier Paolo Pasolini, Sophia Loren, Claudia Cardinale, Ennio Flaiano e innumerables estrellas que encumbraron la creatividad italiana y la proyectaron definitivamente hacia el extranjero.
Los medios recuerdan hoy, el día de su muerte, que poseía un carácter fuerte, de «femme fatale», hasta el punto de que en una ocasión declaró que fue ella quien hizo famoso a su adorado Fellini «y no al contrario».
También actuó, entre otros, para el cineasta Alberto Sordi, en «Scusi, lei è favorevole o contrario? (1966) o para el genial Vittorio De Sica, en la cinta «Sette volte donna» (1967).
Desde hace años vivía prácticamente sola y recluida en su villa de la localidad de Genzano, en las proximidades de Roma, y atravesando una precaria situación económica que la llevó a solicitar la ayuda de la Fundación Fellini de Rimini (centro).
Su casa es por unos instantes escenario de uno de los últimos trabajos de su mentor, «L’Intervista» (1987), un descarnado análisis con el que Fellini repasa su vida y advertía, hace casi 30 años, de la ofensiva que planteaba la televisión a la Gran Pantalla.
En la cinta Fellini consigue reunir a Mastroianni y a Ekberg en la casa de la actriz, reviviendo su célebre cita en la fuente romana pero con la diferencia que el tiempo había imprimido en sus rostros, emocionados por el recuerdo de un tiempo lejano.
Además de «L’Intervista», trabajó a las órdenes de Fellini en otras dos ocasiones, en «Boccaccio ’70» (1962) y en «I Clowns» (1970).