Opinión

Las plagas de la avenida Chile en Bogotá

JoseLuis2 Por José Luis Ramírez Morales
El corredor vial que constituye el eje más importante de la ciudad y emporio financiero de Bogotá se convierte en un nuevo basurero con vendedores de droga, habitantes de calle y mafias que se adueñaron del espacio público.

Grandes, costosos y lujosos edificios acogen las operaciones financieras más importantes y decisiones diarias de alta envergadura: la banca nacional e internacional, la bolsa de valores, las embajadas, la Asociación Colombiana de Petróleos, Gas Natural, Microsoft, restaurantes y hoteles que ofrecen la mayor atracción turística de la capital. En fin, nuestro World Trade Center cachaco.

Por debajo de estos rascacielos, en los andenes, se venden diariamente cien bultos de naranja, cuyos desechos convierten las esquinas en muladares que ninguna empresa de aseo quiere recoger. El espectáculo se da en los dos costados de la avenida 72.

En medio de este muladar que es el contraste de la zona entre la clase social con una gran capacidad económica y política, apartamentos estrato 6, lujos y escoltas, cámaras y vigilancia privada, se levanta este basurero, acompañado de vendedores ambulantes, hay al menos 240 repartidos en los andenes de los costados norte y sur, que ofrecen todo tipo de productos de contrabando, botados y esparcidos en el suelo, en esa selva de cemento.

Allí se fortalecen los raponeros, se ejerce el cosquilleo, la distribución de droga y su consumo al aire libre sin restricciones las 24 horas del día, en medio de todo tipo de suciedad que acompañan roedores, que corren por las esquinas de la avenida Chile.

Las autoridades sostienen que la inseguridad en la avenida Chile es insostenible. ¡Y lo que faltaba! Los vendedores ahora se niegan a ser censados, y es un voz a voz que pagan a bandas de mafiosos por la posibilidad de ocupar un pedazo de andén a cambio de 500.000, 800.000 y hasta un millón de pesos mensuales.

Nadie es permitido si no viene recomendado y por lo general son familiares o personas conocidas.

Las comidas callejeras se han convertido en un problema gravísimo de salud pública, sostiene Corposéptima, agremiación cívica de vecinos y empresarios de Chapinero.

El más reciente estudio de la Universidad Nacional sobre el tema indica que en este sector los alimentos son manipulados sin ninguna medida sanitaria, utilizan aceite industrial, que es reutilizado una y otra vez, con riesgos para la salud de los consumidores.

Todo esto en medio de la insalubridad que genera la proliferación de palomas, atraídas por los desechos de comida que arrojan las personas a la calle: chicharrones, arepas, empanadas, pastel de yuca quemado, jamón, salchichas, arroz, jeta, bofe y ensaladas de frutas que permanecen expuestas todo un día a los rayos del sol y al aire.

Y lo peor: una bomba de tiempo. Los cilindros de gas pululan indiscriminadamente entre los caminantes que diariamente se confunden en medio de este muladar.

El otro mal que aqueja a la avenida Chile es el impacto que le produce la presencia de la Universidad Pedagógica.

Corposéptima sostiene que la Pedagógica se le salió de las manos al Distrito y se ha convertido en ‘el coco’ para los vecinos, que la llaman ‘República independiente’.

Cada fin de semana las protestas, bombas papa, los gases lacrimógenos y las batallas campales entre agitadores profesionales y policía alteran la vida del vecindario. Vidrios rotos, vías cerradas y heridos son la escena cotidiana.

Al respaldo norte de la calle 72 los vecinos denuncian la venta permanente de todo tipo de alucinógenos, indigencia, distribuidores de estupefacientes y jíbaros.

Ante esta situación, los empresarios del sector le han ofrecido a la universidad comprar la manzana donde funciona y en contraprestación han propuesto dar los terrenos y construirles una nueva sede con toda la dotación de un verdadero centro de educación superior en un predio ubicado detrás del Centro Comercial Santa Fe, en el norte de la ciudad (calle 170).

La universidad se ha negado argumentando que los terrenos son de la Nación y que los muros que la rodean no pueden ser intervenidos sin permiso de la oficina de Patrimonio.

Vista así, la calle 72 no es una avenida, es un hueco, como la denominan algunos residentes.

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