Economía

Colombia le muestra a Rusia cómo lidiar con los precios del petróleo en picada

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Hay una regla sencilla cuando se hace seguimiento a los mercados emergentes (ME): cuando los precios de los productos básicos (commodities) caen, miren las tasas de cambio. Las monedas de los ME generalmente han reaccionado mucho más rápido y con más fuerza ante los mercados globales de productos básicos, que los rendimientos de los bonos de los ME o los precios de otros activos.

Pero ir un paso más adelante y considerar las tasas de cambio como representativas de la fragilidad de los ME, particularmente en el caso de los exportadores netos de productos básicos, sería engañoso. Para los corredores de divisas y los inversionistas a corto plazo estas pueden ser importantes. Pero para el desempeño económico a mediano plazo del país en cuestión, la contraparte doméstica de una devaluación es más importante que la devaluación en sí misma.

Para un mercado emergente que vende productos básicos denominados en dólares, una caída en la tasa de cambio preserva el valor de los ingresos en moneda local y amortigua el impacto sobre la cuenta corriente. Pero el beneficio de una moneda flexible depende de si las expectativas inflacionarias están bien ancladas y de la confianza de los inversionistas en el marco de las políticas.

Un país propenso a la inflación y a las crisis puede tener que enfrentar una devaluación con un fuerte apretón en la política monetaria o fiscal interna para mantener las alzas de precios bajo control o evitar que los mercados de activos se derrumben. Y una economía diversificada se beneficiará más con una devaluación que una desbalanceada: la competitividad de sus exportaciones diferentes a productos básicos aumentará y sufrirá una reducción menor en los ingresos reales a causa de los aumentos en los precios de las importaciones.

La reacción interna a las devaluaciones inducidas por los productos básicos a menudo es más instructiva que simplemente ver la tasa de cambio moverse por sí sola. Por ejemplo, cuando los precios del petróleo cayeron el año pasado y el rublo se desplomó, no fue solo la caída de la moneda lo que dejó al descubierto la debilidad del marco de políticas de Rusia. El banco central sintió la necesidad de elevar las tasas drásticamente como reacción, ayudando a empujar a la economía a la recesión.

La tendencia de Rusia a la alta inflación, su inflexible economía unidimensional y la incertidumbre política exacerbada por su aventura fallida en Ucrania le impidieron absorber la caída de la tasa de cambio nominal de una manera segura y productiva.

Un buen caso contrastante es el de otro productor de petróleo, Colombia. Durante décadas pasadas fue el retrato de un país latinoamericano propenso a la inflación, agravado por la complicación que implica una sangrienta guerra de guerrillas; pero Colombia ha vivido recientemente una década sobresaliente de crecimiento y estabilidad. A diferencia, por ejemplo, de la vecina Venezuela, ha establecido un aparato decisor de políticas que le ha dado más resiliencia para enfrentar las crisis de los productos básicos.

Bajo presidentes consecutivos, Colombia estructuró un marco dirigido a alcanzar el equilibrio fiscal estructural, instituyó la fijación de metas de inflación y logró un crecimiento relativamente generalizado. El sello de aprobación llegó cuando en 2009 se convirtió en uno de los primeros países a quienes el FMI otorgó una nueva “línea de crédito flexible”, diseñada para proteger a las economías bien manejadas de los choques externos incontrolables.

A lo largo del último año, la exposición de la economía al precio del petróleo (más del 50 por ciento de sus exportaciones) ha dado lugar a que el peso colombiano sea una de las monedas de libre negociación más débiles del mundo, compitiendo con el rublo y el real brasilero al caer un 36 por ciento durante los últimos 12 meses. Como la mayoría de las monedas de los ME, también sufrió otro empujón a la baja por la devaluación del yuan chino la semana pasada.

La rápida devaluación unida a las caídas en los precios del petróleo denominado en dólares significa que, durante los últimos meses, los ingresos petroleros de Colombia en moneda local han caído relativamente poco, incluso en comparación con otras economías petroleras. Los economistas de Barclays calculan que el precio del petróleo en pesos colombianos cayó tan solo 1.3 por ciento entre principios de mayo y finales de julio, comparado con caídas del 6.2 por ciento en rublos rusos y del 14.4 por ciento en nairas nigerianas.

Pero a diferencia de Rusia, las autoridades colombianas no se han visto obligadas a empujar a su país hacia una mayor recesión para lidiar con los choques inflacionarios y de confianza. En una semana el pasado diciembre, el banco central de Rusia elevó las tasas en 750 puntos básicos hasta el 17 por ciento en un ataque de pánico, y las tasas siguen estando hoy 300 puntos básicos más arriba que en esta misma época el año pasado. Las tasas base de Brasil están 325 puntos básicos más altas que hace un año. Pero el banco central de Colombia ha mantenido la política monetaria sin variación desde el pasado agosto.

El índice de precios al consumidor de Colombia ha aumentado la inflación en Colombia recientemente hasta el 4.5 por ciento, levemente por encima de la franja objetivo del banco central del 2 al 4 por ciento, pero las expectativas inflacionarias se han mantenido bien ancladas, entre otras cosas debido a que cerca de una cuarta parte del índice de precios al consumidor sin incluir alimentos está representado en bienes transables. Cualquier próxima alza en las tasas de interés colombianas muy probablemente será modesta.

En su reciente evaluación anual bajo el Artículo IV para Colombia, el FMI pronosticó que la economía crecerá un 3.4 por ciento este año, por debajo del 4.6 por ciento del año pasado pero mucho mejor que las recesiones pronosticadas en Rusia y Brasil, y que la inflación volverá a bajar por debajo de la meta. Sin duda, la caída en el precio del petróleo es, como lo dijo el FMI, “un viento en contra importante” para el logro de las metas de consolidación fiscal, pero es un desafío manejable a mediano plazo, y no una gran crisis en el corto plazo.

No es sorprendente que los exportadores de productos básicos con tasas de cambio flotantes experimenten devaluaciones ante choques en los términos de intercambio. Pero para los inversionistas que están tratando de evaluar el valor a largo plazo de una economía, y más aún para quienes definen las políticas buscando garantizar estabilidad y crecimiento sostenido, adoptar esos movimientos como señal de debilidad económica sería un error. El rublo ruso y el peso colombiano pueden estar yendo en la misma dirección, pero sus respectivas economías no.