Opinión

Los huracanes: Otro desafío humanitario

Por: Luis Eduardo Forero Medina
Los huracanes o diablo en maya o ciclón tropical como se le conoce científicamente, que en el Trópico este año van hasta el último día de noviembre, antes de tomar esa denominación, han tenido la “personalidad” de una inofensiva ola tropical, transformada luego en depresión tropical y tormentas tropicales.

El ADN de los huracanes se distingue de la «velocidad sostenida” de los vientos, que cuando pasan de 119km/h (74 mph) es huracán, pudiendo llegar hasta los 250 km/h (155mph); siniestro que no se sabe por dónde entra y qué fuerza trae en su embestida, caracterizada por una capacidad destructiva fatal que llega ordinariamente a Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Caribe y Centro América.
La Nasa los define como “las tormentas más grandes y violentas de la Tierra; son como motores gigantes que usan aire cálido y húmedo como combustible”. De acuerdo a la información académica al respecto, los huracanes se pueden generar por elevación del nivel del mar, vientos violentos, fuerte precipitación o liberación normal de calor y humedad en la superficie de los océanos tropicales. El Caribe es la región del continente más azotada por huracanes, sucesos que en algunos lugares le son familiares, como en Filipinas y Haití. Así mismo està en riesgo “México, el sureste de EE UU, Centro América al norte de Panamá, y en grado limitado la costa norte de América del Sur” (Tomblin, 1979). La mayor parte de Suramérica esencialmente no se encuentra en riesgo, indicó la OEA. Los huracanes que ocasionan daños en el sitio y en lugares lejanos por donde atraviesa a causa de objetos acarreados por los vientos, son imprevisibles porque sus características pueden cambiar de repente al atravesar de un país a otro. El golpe de los huracanes borra territorios del mapa, los sobrevivientes empiezan de cero, unos son ubicados temporalmente en refugios o en escuelas, o evacuados del territorio para reconstruirlo; los segundos cuentan, la emergencia aumenta y se dificulta la llegada oportuna de asistencia humanitaria (alimentos, refugio y recuperación temprana). Los efectos de todo orden son susceptibles de ampliarse en el tiempo, afectando incluso la salud mental de la población.
La agricultura, los artes de pesca y el turismo son los sectores más convulsionados por los huracanes; aunado a la afectación en transporte y vivienda; infraestructuras que muchas veces son arruinadas inclementemente. El huracán termina cuando “llega sobre aguas más frías o sobre tierra, unos diez días después de la génesis del sistema”; y debilitado, puede seguir siendo peligroso. Más que el origen del disturbio, lo que se estudia es evitar la agravación, por ejemplo, construyendo sitios turísticos y habitacionales lejos de la línea de costa. Generalmente la tendencia ha sido construir lo más cerca de dicha frontera marítima.
Los huracanes se les monitorea permanentemente una vez puestos de manifiesto, evitando así mayores consecuencias fatales. Alertas, conciencia pública, educación, oficinas de emergencia dotadas, y construcción de edificios más resistente a las emergencias y los desastres, forman parte de algunas de medidas no estructurales recomendadas por organismos internacionales. “Uno de los pasos más importantes que puede dar un país para mitigar el impacto de huracanes es incorporar la evaluación del riesgo y el diseño de medidas de mitigación a la planificación para el desarrollo”, se dijo. MedlinePlus, sitio web producido por la Biblioteca Nacional de EE UU, indica que “aunque no hay garantías de seguridad durante un huracán, estar preparado puede ayudar a reducir el miedo, la ansiedad y las pérdidas”, para lo cual transcribe recomendaciones para ayudar a superar la situación.
En el siglo XX los huracanes principalmente han hecho presencia entre 1900 y 1988 en los países isla del Caribe; tiempo en el cual hubo 73 impactos de huracanes importantes; en 1963, un fenómeno de estos arrasó Haití, mas de 5000 muertos; de 1960 a 1988 en la Cuenca Mayor del Caribe (excluyendo EE UU) los huracanes causaron más de 20.000 muertes. Gilbert impactó el Caribe y la costa del Golfo de México en 1988, produciendo daños generalizados en 9 de esos países. En 2004 en seis semanas, Florida USA sufrió el impacto de 4 huracanes innombrables por sus secuelas. Katrina en 2005 demostró su ímpetu en la costa de Lousiana y Alabama. En 2012, Isaac y Sandy destruyeron cerca de la mitad de tierras agrícolas de Haití. Pam en 2012 asoló a Vanuatu, una República en el Océano Pacífico Sur. Nate en 2017, año del record de huracanes más seguidos, le costó caro a Costa Rica; los huracanes María e Irma igualmente son de ingrata recordación. Dorian de categoría 5, la máxima clasificación que la transforma en catastrófico, es una «tormenta sin precedentes» ocurrida en las Bahamas en septiembre de 2019. De acuerdo al último informe del Centro Nacional de Huracanes (NHC) de NOAA, Dorian se había mudado al mar de Labrador y sus impactos en Terranova comenzaban a disminuir; disipándose finalmente en el Atlántico abierto, al sur de Groenlandia. Dorian los dejó sin agua, sin electricidad, ni cobertura para móviles. El Centro Nacional de Huracanes Miami, FL, pronostica periodos de lluvia localmente fuerte y vientos en ráfaga a través de las Bahamas hasta el jueves, y por La Florida durante el fin de semana.
@luforero4