Más de 800 indígenas desplazados en Medellín por la violencia vuelven a sus territorios
Más de 800 indígenas de la comunidad embera katío desplazados y asentados en Medellín por la violencia comenzaron este martes su retorno voluntario hacia sus resguardos en el departamentos del Chocó (noroeste), según informó la estatal Unidad de Víctimas.
Después de estar por casi dos meses a las afueras de la Institución Educativa Héctor Abad Gómez, en pleno centro de Medellín, habitando una especie de campamento improvisado, en malas condiciones y cubierto con plásticos negros, 866 indígenas retornarán en más de 30 autobuses al resguardo del Alto Andágueda, ubicado en el municipio chocoano de Bagadó, en un proceso que se extenderá hasta el próximo jueves.
Durante este «retorno voluntario», realizado en el marco de una estrategia para garantizar mejores condiciones de vida y permanencia en el territorio, según explicó la Unidad, los centenares de indígenas que por años han residido en Medellín, la mayoría en calidad de desplazados, viajan con sus enseres tras cumplir con un proceso en el que identificaron las carencias y la vulnerabilidad de esta población.
La coordinadora de retornos y reubicaciones de la Unidad de Víctimas, Claudia Segura, aseguró que para garantizar la permanencia en sus resguardos y la sostenibilidad del retorno, brindará «apoyo económico a cada familia retornada y al hogar receptor y, posteriormente, otro recurso económico para la sostenibilidad en el territorio».
LA DUREZA DE LA CIUDAD
Entre los indígenas que regresan está Tulio Queragama Estevez, de 27 años, quien ayuda a coordinar las últimas valoraciones médicas a las que fue sometida esta población antes de emprender un viaje que tendrá una escala en Pueblo Rico, en el departamento de Risaralda, y que para algunos durará hasta tres días, al incluir un desplazamiento en mula.
Contó a EFE que salió de su resguardo hace dos años desplazado por el conflicto armado y en compañía de su mamá, quien no resistió «lo dura que es la ciudad» y regresó al territorio, pese a los riesgos para su seguridad.
«Es muy difícil estar en la ciudad. Duro conseguir trabajo y comida», dijo el joven, quien tuvo que vivir en las calles, en un «cambuche con plástico» frente al colegio porque no pudo seguir pagando un cuarto en un inquilinato.
Se enteró que su territorio está «algo más tranquilo que antes», y por eso decidió regresar, confiado en que los guardias indígenas van a «sostener» a los desplazados de Medellín y «nos van a dar seguridad» en el municipio de Bagadó, donde espera recibir las ayudas humanitarias que les prometieron, entre ellas alimentos, materiales para adecuar sus viviendas y el pago del transporte.
El subsecretario de justicia restaurativa de la Secretaría de la No-Violencia de Medellín, Iván Palomino, precisó que el lunes inició el traslado del «menaje» de la población con más de 3.000 costales y maletas que van en camiones rumbo al resguardo.
«Este es el retorno más grande en magnitud que se haya hecho», aseguró a EFE Palomino, e hizo alusión a un acompañamiento en 2016 con el retorno de 320 indígenas embera también al Alto Andágueda.
De acuerdo con la caracterización más reciente de esta comunidad indígena, las víctimas de desplazamiento forzado tienen «oleadas de permanencia» en Medellín, «algunos de ellos llevan más de cuatro años asentados y otras personas han llegado en los últimos meses», la mayoría se aloja en inquilinatos de la ciudad.
Entre los más de 800 indígenas que vuelven a sus territorios, según Palomino, el 60 % son niños y niñas, además algunas mujeres en estado de lactancia y mujeres gestantes van a requerir una atención «especial» durante el traslado. EFE