Presidente panameño José Raúl Mulino hizo en la ONU una dramática radiografía de la tragedia del tráfico de migrantes por el Darién y lanzó un SOS a la comunidad internacional
–(Foto @presidenciapma).Panamá enfrenta una inmensa problemática producto de su ubicación estratégica: la inmigración ilegal por la selva del Darién que está siendo utilizada como llave de paso por cientos de miles de migrantes, desde hace tiempo, que huyen de los graves problemas económicos, políticos y sociales en búsqueda del llamado sueño americano, comenzó diciendo en su intervención en la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, el presidente de Panama, José Raúl Mulino.
«Conozco ese territorio muy bien, pues hace poco más de una década, cuando fui Ministro de Seguridad de Panamá, lideré las fuerzas que recuperaron el Darién de la narcoguerrilla», precisó.
«Hoy, genera un dolor inmenso ver el drama social que significa este camino improvisado, que es recorrido por mujeres, niños y personas mayores que inician una travesía inhumana a través de ríos, selvas y lugares inhóspitos a merced de cualquier tipo de riesgo para su integridad».
Mulino aseguró que ese tránsito de personas es liderado por organizaciones criminales, con base en países vecinos, que reciben dinero maldito para lucrar con la necesidad y la esperanza de miles de seres humanos.
«Comprendo de manera cabal la dura decisión de migrar para escapar de la miseria y opresión que viven en su lugar de origen. La gran mayoría de las personas quieren vivir, desarrollarse y progresar en la tierra donde nacieron; dijo y reiteró que las causas son conocidas, pero, advirtió «solos no podemos atenderlas».
Agregó que «ya son demasiados los problemas sociales y financieros que enfrentamos como nación. No disponemos de recursos ni de posibilidades materiales para darle una solución a la crisis migratoria por cuenta propia».
Señaló que la inmigración ilegal por Panamá «es parte de un problema global inmenso y debe ser aquí, en Naciones Unidas, que debe ocupar un lugar de importancia en su agenda».
Dijo que Panamá estaba orgullosa de ser un país de conexión al comercio mundial, «pero no permitiremos ser utilizados para el tránsito de inmigrantes ilegales con los correspondientes costos sociales, humanos y ambientales que esto supone para nuestro territorio».
Anotó que Panamá paga hoy un alto costo ambiental producto de este flujo ilegal de personas, ocasionando un daño severo a su biodiversidad.
Y planteó: «Quiero decirles que existe una inmensa diferencia entre analizar esta problemática desde recintos como este, en pleno Manhattan, a ser testigo presencial del drama como yo lo he sido. Ver a niños que han quedado huérfanos por la inclemencia de la travesía por la selva, tocaría el alma del más frío analista que estudia estas cuestiones desde la comodidad de una oficina».
Subrayó que «no son problemas aislados en el Darién o, por dar otro ejemplo, en el Mediterráneo. Es un complejo sistema del crimen organizado que lucra con la desdicha humana».
Puso de presente que por la frontera del Darién, en 2023, ingresaron más de medio millón de inmigrantes ilegales. Esto corresponde al 12% de la población total de Panamá. Si lo mismo ocurriera en los Estados Unidos, significaría el ingreso de 40 millones de ilegales en un año; es decir, un número 20 veces mayor al que reciben hoy.
Otro ejemplo, a Italia —que también tiene un grave problema migratorio— el año pasado ingresaron cerca de 150 mil personas de manera ilegal. Si fuese en la proporción de Panamá, significaría el ingreso de unos 7 millones de ilegales a este país europeo.
Y dirigiendose a los representantes de la comunidad internacional que forman parte de la ONU les pidió que «vean la magnitud de lo que está sucediendo, porque sentimos que no contamos con todo el apoyo internacional que corresponde para hacerle frente a una situación tan angustiante desde el punto de vista humanitario, tan costosa en lo financiero, tan riesgosa para nuestra seguridad y tan alarmante por la devastación ambiental que nos dejan».
Y –continuó diciendo–es precisamente del estrago ambiental que quiero hablarles ahora. Darién es una de las selvas neotropicales más grande del mundo. Cuando medio millón de personas pasan y dejan toneladas de residuos a lo largo de los años, algunos altamente contaminantes como baterías y plásticos, genera serias consecuencias ecológicas.
«También —y es doloroso decirlo— quedan cuerpos en descomposición por la vera del camino o en los ríos. No todos sobreviven a esta terrible odisea de 20 días a través de la selva. A Panamá le toca atender un problema que no es nuestro, pero lo hacemos, en la medida de lo posible, con los recursos que tenemos.
«Nadie se imagina y menos aceptaría a 500 mil personas dejando basura sin ningún tipo de planificación ni tratamiento en el bosque de Bavaria, en Alemania, o en el Parque Nacional de Yellowstone, aquí en los Estados Unidos. Medio millón de almas en situación irregular pasando sin documentos y sin control.
«Tal vez la razón de la falta de indignación global por la devastación de nuestra provincia de Darién, el gran pulmón verde de la región, es porque está en un lugar inhóspito de la frontera entre Panamá y Colombia».
El presidente panameño indicó que entendía que parte de la responsabilidad de que esto ocurra recae en funcionarios de anteriores gestiones en su, que, sustentó, no tuvieron la decisión y la fuerza para poner este tema en la agenda mundial. «Pero eso cambió. Este Presidente sí lo denunciará y utilizará cada foro internacional para exigir un esfuerzo compartido para frenar el flujo de la migración ilegal», puntualizó.
Mulino también precisó: En Panamá hoy está la nueva frontera de los Estados Unidos, porque por el Darién pasan los que buscan, aquí en este país, una mejor vida.
Y complementó: Panamá, que siempre ha estado del lado de la paz y del progreso de las naciones, hoy necesita ayuda y apoyo de esos países a los que ha ayudado históricamente en este y otros recintos. Cooperación concreta y un trabajo frontal para evitar que usen nuestro territorio como el inicio de un sueño, que gran parte de las veces es generado por organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico y a la trata de personas.
El presidente se refirió en seguida a las causas de esta grave problemática de la migración masiva: La inestabilidad política, el gran hilo conductor de la crisis migratoria que vivimos y citó a Venezuela como «ejemplo concreto».
«Cuando existen casos graves de crisis institucional a lo largo del tiempo, tienen como consecuencia inmediata la deserción de sus ciudadanos. Venezuela es un ejemplo concreto».
Al efecto expuso: La creciente degradación de su sistema institucional ha ocasionado la desbandada de casi 8 millones de venezolanos, según datos de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados. Esta cifra representa una verdadera tragedia migratoria a la que los organismos internacionales no le han dado una respuesta contundente y creíble a lo largo de estos años.
Los últimos acontecimientos en Venezuela –subrayó–han minado aún más la mancillada institucionalidad del país. Seamos claros, adjudicarse un triunfo sin mostrar las actas es como querer ganar un juicio sin presentar pruebas; querer ganar sin mostrar las actas es lo mismo que perder y no aceptar los resultados. De hecho, el régimen actual ha perdido el sustento de sus más fervientes defensores en la región o, en el mejor de los casos, ha recibido el frágil apoyo del silencio.
Es más que evidente que el actual régimen no dejará el poder ni reconocerá su derrota. Es por eso que hago un llamado a las organizaciones correspondientes, a que actúen de forma enérgica contra las actitudes y comportamientos manifiestamente antidemocráticos.
Quiero ser enfático en que esto no es un tema ideológico o de diferencia de pensamientos; es sobre la obediencia estricta de la voluntad popular, que es la madre de todas las voluntades. Panamá está abierto al diálogo con el resto de los países donde se respete el sistema político y representativo que emana de la Constitución nacional de cada territorio.
Traigo a colación el tema Venezuela porque se me hace muy difícil hablar de salud y medioambiente cuando ocho millones de nuestros vecinos se vieron obligados a salir de su territorio, huyéndole a la miseria que vive un país que debería ser una potencia económica.
¿De qué desarrollo sostenible regional podemos hablar ante esta interminable crisis política que afecta todo el continente? No pretendo disfrazar de verde natural mi discurso cuando hay sangre derramada de inmigrantes que arriesgan su vida en nuestra selva buscando un sueño de libertad. Cuando a su paso contaminan el Darién dejando una estela de destrucción y desolación que a los panameños nos toca recoger, reparar y costear.
Para cerrar su intervención el presidente de Panamá, afirmó: «Si realmente hay una preocupación por el desarrollo sostenible, le pido a los países miembros hacer una defensa férrea y establecer mecanismos precisos para revertir el daño producido en el Darién. Me refiero no solo a los daños medioambientales, sino a las causas que lo originan, como el autoproclamado triunfo del actual régimen en Venezuela».