Identifican casos de asesinato mediante tortura farmacológica en Bogotá ¿De que se trata?
–(Imagen UNAL). El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLCF) reportó que entre 2020 y 2023 se registraron 22 casos de jóvenes víctimas de una muerte que mezclaba violencia física con un silencioso y doloroso envenenamiento. Las pruebas toxicológicas realizadas a los cuerpos encontrados en lugares públicos revelaron la presencia de pentobarbital y fenitoína, una combinación letal y familiar a lo que alguna vez se llamó “suero de la verdad”.
Mientras en 2020 la mayor amenaza contra la vida fue la pandemia de Covid-19, en las calles de los barrios del sur de Bogotá pasaba desapercibido un fenómeno lleno de crueldad y con pocos registros oficiales. Ese año, el Grupo de Patología de la Regional Bogotá del INMLCF comenzó a recibir cuerpos sin documentos de identidad, encontrados en zonas boscosas y en vías públicas de la capital alejadas y de difícil acceso, y sobre los que no había testigos que pudieran esclarecer los hechos.
Los fuertes hematomas en los antebrazos, una punción precisa en las venas, y rastros químicos de fenitoína y pentobarbital en la sangre fueron las pistas que les permitieron a los forenses empezar a reconstruir las causas de estas muertes. La fenitoína es un anticonvulsivo y el pentobarbital es un barbitúrico depresor del sistema nervioso central, es decir que ralentiza la actividad del cerebro y del sistema nervioso, lo que puede provocar sedación, y en dosis altas inducir al coma.
La doctora María Luisa Amador Salazar, especialista en Medicina Forense de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y autora del estudio, recuerda el momento en que las alarmas se encendieron: “en la morgue empezamos a notar que llegaban muchos cuerpos con estos patrones de lesión, pero además algunos tenían traumatismos por proyectil de arma de fuego, otros fueron estrangulados, y también encontramos signos de violencia sexual, y traumas menores como golpes, raspaduras y ataduras”.
El análisis forense reveló que aunque en algunos casos la combinación de pentobarbital y fenitoína bastó para causar la muerte en el 68 % de los casos, en otros se recurrió a métodos adicionales principalmente disparos por arma de fuego, estrangulamiento o golpes con objetos contundentes.
Un rompecabezas macabro
Tras los primeros casos, la doctora Amador y su equipo comenzaron un rastreo meticuloso solicitando información a la coordinación del Grupo de Patología de la Regional Bogotá, al Laboratorio de Toxicología Forense y al Grupo Nacional de Tecnologías de la Información de Medicina Legal, consolidando una base de datos con 599 muertes en Bogotá, para determinar si correspondían a un posible patrón de criminalidad.
El primer filtro redujo la lista a 124 cuerpos en los que se mencionaban “barbitúricos”, pero la clave estuvo en los detalles, pues solo 22 de estos casos (16 hombres y 6 mujeres entre 18 y 41 años) coincidían en que la mayoría vivían en las localidades de Bosa, Usme, Ciudad Bolívar, Kennedy, Los Mártires y San Cristóbal (que concentraron el 53,8% de los homicidios en 2020), no tenían antecedentes médicos de consumo de estos fármacos y, lo más inquietante, tampoco registraban enfermedades que pudieran justificar la presencia de pentobarbital o fenitoína en su organismo.
Tanto en Ciudad Bolívar como en Usme se encontraron 6 cuerpos abandonados en terrenos baldíos, carreteras sin vigilancia y bosques apartados. La escena se repitió en otros 3 casos en San Cristóbal y 2 más en Santa Fe.
De los 22 cuerpos, 8 figuraban como desaparecidos (4 hombres y 4 mujeres), y cuando se encontraron solo les faltaban los documentos, mientras que sus pertenencias –como joyas, billeteras y ropa– estaban intactas, lo que no solo eliminaba la posibilidad de un robo como motivo principal, sino que además daba la impresión de que quitarles los documentos era en realidad una táctica para retrasar su identificación.
Con pruebas de ADN, cotejo de huellas dactilares y otras pruebas lograron determinar que las víctimas más jóvenes apenas superaban los 18 años, mientras que el grupo más numeroso se encontraba entre los 24 y 29 años. Había recicladores, conductores, peluqueros, habitantes de calle y comerciantes informales; además, 11 de los casos tenían antecedentes de consumo de drogas y 6 habían sido detenidos por la Policía por porte de estupefacientes.
“En ese proceso también identificamos que 14 cuerpos (64%) eran de colombianos, 7 de venezolanos y un hombre que aún sigue sin identificar podría ser un extranjero o un ciudadano colombiano no cedulado”, expresa la médica especialista forense.
Hasta dónde llegaron estos fármacos
“En los cuerpos se encontró pentobarbital y fenitoína en la sangre, en el humor vítreo (sustancia de la zona posterior del ojo) y en la orina. También tomamos muestras de contenido gástrico que dieron negativo. Así mismo determinamos que los 22 casos no se trataban de intoxicaciones accidentales, sino que, por el contrario, las sustancias fueron inyectadas directamente en las venas”, cuenta la doctora Amador.
Esto indicaría dos cosas: una, que probablemente las víctimas fueron sedadas antes de morir, y dos, que quien lo hizo sabía exactamente cómo administrar estas sustancias.
“Quienes les administraron estos medicamentos a las víctimas de tortura pertenecerían a algún campo de la salud, ya sea humana o animal, porque tenían un claro conocimiento sobre las dosis letales y las vías de administración, y además sabían canalizar muy bien una vena”, asegura la doctora Amador.
Los barbitúricos son fármacos de difícil acceso. En Colombia no están aprobados para uso humano por el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA), por ende, no aparecen en la base de registros sanitarios. Los que sí se comercializan son para uso animal y su venta está estrictamente regulada por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). Solo se permite su comercio (bajo control) a veterinarios certificados, quienes deben completar un formulario especial ante el Consejo Profesional de Medicina Veterinaria y Zootecnia de Colombia (Comvezcol).
“Corroboramos que las únicas formulaciones comerciales que combinan pentobarbital y fenitoína no están destinadas al uso humano, sino veterinario. Se comercializan bajo nombres como Euthanex®, Euthasol® y Eutafin®, y su única aplicación es la eutanasia de animales, ya que provocan un paro cardiorrespiratorio en cuestión de minutos”, indica la especialista de la UNAL.
Las pruebas encontradas en los cuerpos no dejan dudas sobre la brutalidad de los hechos. Tal como mencionaba la doctora Amador, las víctimas presentaban señales claras de violencia: fracturas, moretones y marcas de ataduras en muñecas y tobillos. Además, 5 de las víctimas tenían disparos en la cabeza, 3 de ellos con munición de calibre 7,65mm, comúnmente utilizada por sicarios. Además, algunos presentaron signos de asfixia y otros indicios de abuso sexual.
Cada uno de estos indicios y datos, que la investigadora recopiló y analizó a fondo, la llevaron a concluir que la detección de estas sustancias y su relación con la tortura constituye un fenómeno inusual, por lo que introduce el concepto de “tortura farmacológica”. (Información Agencia de Noticias UNAL).