Muammar Gaddafi lanzó el miércoles una ofensiva por tierra y aire para recuperar territorios en el este de Libia, lo que llevó a los rebeles a pedir ayuda militar extranjera para atacar a los mercenarios africanos que creen que lo ayudan a permanecer en el poder.
El veterano líder combinó el ataque con una feroz propaganda contra los rebeldes, provocando a la opinión nacionalista y desatando nerviosismo en Occidente al declarar que se derramará mucha sangre en «otro Vietnam» si las potencias extranjeras intervienen en la crisis.
«Vamos a entrar en una sangrienta guerra y miles y miles de libios van a morir si Estados Unidos o la OTAN entran», dijo Gaddafi a seguidores en Trípoli en un encuentro televisado en vivo.
«Estamos listos para entregar armas a un millón, 2 millones o 3 millones, y va a comenzar otro Vietnam. No nos importa. Ya no nos importa nada», agregó.
En el campo de batalla, soldados gubernamentales capturaron brevemente Brega, una terminal exportadora de petróleo, antes de que los rebeldes recuperaran el control de la ciudad, situada a 800 kilómetros al este de Trípoli y que tomaron hace cerca de una semana, según líderes de los insurgentes.
Los rebeldes agregaron que estaban listos para continuar hacia el oeste contra las fuerzas de Gaddafi si se resiste a renunciar.
Por la tarde se reportó un nuevo bombardeo cercano a la terminal de petróleo. Las estimaciones de los muertos durante el día van de cinco a 14 personas.
Gaddafi, que una vez declaró que la democracia electa era para burros, dijo en Trípoli que el mundo no entiende que él ha entregado el poder al pueblo hace mucho tiempo.
«Colocamos los dedos en los ojos de aquellos que dudan de que Libia está gobernada por alguien que no sea su pueblo», declaró, refiriéndose a su sistema de «democracia directa» lanzado en una cumbre a la que asistió el líder cubano Fidel Castro en 1977.
«Disparar contra su propio pueblo»
Un vecino de Trípoli y opositor a Gaddafi, que no quiso ser identificado, dijo a Reuters más tarde: «Gaddafi va a resistir por un tiempo. No va a ser fácil para una multitud desarmada enfrentar a unas fuerzas armadas que están ansiosas por disparar contra su propio pueblo».
El ataque en Brega parece ser la operación militar más significativa por parte de Gaddafi desde que hace dos semanas comenzara una insurrección que desató una confrontación que Washington cree que podría desembocar en una larga guerra civil a menos que el veterano mandatario dimita.
Testigos dijeron que la incursión estuvo respaldada por armas pesadas y ataques aéreos.
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Una de las fuentes señaló que las fuerzas leales al presidente estaban a 2 ó 3 kilómetros del centro de la ciudad y que de 300 a 350 rebeldes estaban acorralados en un aeropuerto usado por la industria del petróleo en las afueras.
Los analistas advirtieron en contra de sacar conclusiones firmes sobre eventos que se desarrollan rápidamente y en una situación de erráticas comunicaciones.
«El ataque refuerza la idea de que el Gobierno aún es capaz de proyectar el poder hacia el este», dijo Shashank Joshi, analista del United Services Institute de Gran Bretaña.
«Pero debemos tener en cuenta que tanto el Gobierno como los rebeldes están intentando dar una imagen de fuerza», agregó.
En Bengasi, el bastión de la oposición, un Consejo Nacional Libio rebelde pidió ataques aéreos apoyados por la ONU contra mercenarios africanos que dicen que Gaddafi está usando contra su propio pueblo.
«Pedimos ataques específicos contra los bastiones de estos mercenarios», dijo el portavoz Hafiz Ghoga. «La presencia de cualquier fuerza extranjera en suelo libio es fuertemente rechazada. Hay una gran diferencia entre esto y ataques aéreos específicos», explicó.
Cualquier tipo de intervención militar extranjera es delicada para los países occidentales, que son incómodamente conscientes de que Irak sufrió años de derramamiento de sangre y violencia por parte de Al Qaeda tras la invasión encabezada por Estados Unidos en el 2003 para derrocar a Saddam Hussein.
Existe el temor de que el levantamiento, el más sangriento de los ocurridos recientemente contra veteranos gobernantes de Oriente Medio, pueda causar una crisis humanitaria, especialmente en la frontera con Túnez, adonde llegan miles de trabajadores extranjeros que intentan huir.
En Libia, líderes tribales, altos funcionarios, oficiales del Ejército y unidades militares han desertado, se han puesto del lado de la causa rebelde y dicen que cada vez están más organizados. Trípoli es una fortaleza para Gaddafi en el país productor de petróleo.
«Vamos a mantener la presión sobre Gaddafi hasta que dimita y permita al pueblo de Libia expresarse libremente y determinar su propio futuro», dijo Susan Rice, embajadora de Estados Unidos ante Naciones Unidas, al programa de televisión «Good Morning America».
Dos buques de asalto anfibios, el USS Kearsarge, que puede transportar a 2.000 marines y el USS Ponce, entraron en el canal de Suez con rumbo al Mediterráneo. El destructor USS Barry navegó el lunes por el canal dentro de los esfuerzos para incrementar la presión diplomática y militar para que Gaddafi dimita.
La Casa Blanca dijo que sus buques estaban siendo redesplegados en preparación para posibles esfuerzos humanitarios, pero enfatizó que no está «retirando opciones de la mesa».
«Estamos estudiando muchas opciones y contingencias. No se han adoptado decisiones sobre otras acciones», dijo el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, indicando que Naciones Unidas no ha autorizado el uso de la fuerza en Libia.
En Ras Jdir, en la frontera con Túnez, miles de trabajadores inmigrantes de Bangladesh reclamaban cruzar y expresaban su enojo con su Gobierno por no enviar ayuda.
Grupos de trabajadores del oeste de Africa también exigían asistencia mientras sostenían banderas de Ghana y Nigeria.
Unas 70.000 personas pasaron a través del puesto fronterizo de Ras
Jdir en las últimas dos semanas y se prevé que otros cientos de miles de trabajadores extranjeros hagan lo mismo.
REUTERS