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Las interpretaciones sobre el fin del mundo a un día del apocalipsis maya

Los ‘expertos’ sobre el llamado apocalipsis maya calculan que sobre las 11:00 de la mañana de este viernes (Hora de la península de Yucatán) nuestro mundo experimentará un cambio en su entorno, debido a las interpretaciones que se desprenden de las lecturas acerca del 21 de diciembre, día en que termina el mediático calendario maya.

El Instituto Nacional de Antropología de México (INAH), ha señalado que la inscripción conocida como el “Ladrillo de Comalcalco” hace referencia a esta fecha y fue descubierta hace varios años.

Según dijo Arturo Méndez, vocero del INAH la inscripción ha sido estudiada extensamente por expertos y actualmente se mantiene resguardada del público.

Sin embargo, según el especialista David Stuart este glifo podría tratarse de una fecha histórica más que profética.
Además del Monumento Tortugero en Macuspana, Tabasco, no existía ninguna otra referencia específica conocida dentro de la cultura maya a la mítica fecha de 21 de diciembre del 2012, en la que según algunos mayistas concluye una cuenta del calendario de 5125 años, 13 baktunes. El Monumento Tortugero, que al igual que el Ladrillo de Comalcalco tiene alrededor de 1300 años, sí menciona el descenso del dios Bolon Yokte, el 21 de diciembre del 2012.

El misterioso Bolon Yokte según algunas interpretaciones significa Dios Pie 9 o hasta Pie de Jaguar-Pie de Árbol, y es relacionado con el axis mundi o árbol de cocodrilo en el centro de la galaxia, el cual según otras interpretaciones, como la de John Major Jenkins, se alineará con el Sol en el solsticio de diciembre de 2012. Por otro lado se ha esbozado la teoría de que el Monumento Tortugero, y la profecía del 2012, en realidad no pertenecen a la cultura maya sino a la olmeca.

El INAH mientras tanto ha dicho que la fiebre apocalíptica en torno a las mayas y al 2012 es una total malinterpretación de su cultura. “El pensamiento mesiánico de Occidente ha tergiversado la cosmovisión de antiguas civilizaciones como la maya”, señaló el INAH.

Pese a esto resulta un tanto extraño que alimente el fuego con este comunicado de prensa global –con replicas en cientos medios internacionales– si justamente buscan lleva la discusión del mundo maya hacia una dirección más seria, académica y refutar lo que consideran seudociencia y fanatismo.

De la misma forma que cada cosa atraviesa un ciclo, e incluso cada cosa dentro de cada cosa (como un órgano y hasta una célula dentro de un cuerpo) atraviesa un ciclo que bajo cierta perspectiva es particular pero que desde otra más amplia es parte intergral de todo un sistema, es posible que los mayas hayan sido capaces de detectar ciclos más grandes.

Así, por ejemplo, en un año podemos determinar que el equinoccio de primavera o el solsticio de invierno marcan el inicio de un nuevo ciclo y el final de otro — y aunque son parte de un flujo o continuum se puede demostrar que son indicadores de un cambio en la naturaleza. Tal vez estos ciclos anuales –o ciclos más largos como el de la actividad solar– sean fractales de ciclos de mayor duración –y como tales tengan una serie de particularidades, energías, por así decirlo.

En este sentido quizás no sea mera imprecisión seudocientífica decir que, sobre todo, lo que significa esta mítica fecha es un cambio de ciclo. Sí, una nueva era, pero una nueva era que es parte de un flujo, de todo un proceso, que tiene solamente a esta fecha como marcador símbolico, como hito agregador e hipervinculante. Y, además, una nueva era como tantas que yan han cursado por la Tierra en eones.

Su carácter único y especial es que nos toca a nosotros, bajo esta coordenada existencial, atravesarla, en el presente (cuyo portal o potencia siempre es la eternidad) y hacer de ella lo que podamos, según nuestra capacidad de creación o de alineación con las fuerzas del cosmos.

El Juicio Final

Además para esta fecha, también está previsto un aumento de la actividad solar con un riesgo importante para las telecomunicaciones. Aunque hay quien piensa que el culpable de la desaparición terrestre será el gran acelerador de partículas de Ginebra y que todos seremos engullidos por un agujero negro generado al colisionar con la máxima potencia millones de protones. Una versión muy moderna de un miedo ancestral que ha existido siempre. Pero ¿cuántas veces se ha acabado ya el mundo?

Las predicciones sobre el Juicio Final son comunes a todas las culturas y civilizaciones. En la antigua Roma, la erupción del Vesubio que sepultó la ciudad de Pompeya en el año 79 ya se interpretó como un aviso de que el fin estaba cerca. Pero sin duda, uno de los momentos señalados fue la llegada del primer milenio tras el nacimiento de Cristo. En el Apocalipsis de San Juan se decía que “mil años después de Jesucristo el diablo, bajo la forma de un dragón, saldría del abismo en el que le había encerrado un ángel, provocando la desolación en toda la Tierra”.

Aunque durante el siglo XIX se dio por hecho que Europa vivió aterrada la llegada del primer milenio, en la actualidad los investigadores consideran que ese temor no estaba generalizado y apenas se produjeron hechos trágicos relacionados con la superstición por ese aniversario.

Los miedos bíblicos combinados con la numerología volvieron a surgir en 1666. Algunos agoreros predijeron grandes catástrofes en un año dominado por el ’666’, número relacionado con el demonio. El gran incendio que asoló Londres en septiembre impulsó esa teoría en alguno sectores, que vieron en la tragedia la mano del mismísimo Satán.

Uno de los principales candidatos para terminar con la Tierra son los meteoritos. El paso del cometa Halley en 1910 causó estragos en la sociedad de la época. Este cuerpo celeste atraviesa la órbita terrestre cada 76 años. A finales del siglo XIX se había descubierto que la cola del cometa estaba compuesta de cianógeno, un gas nocivo que puede causar la muerte. Los astrónomos informaron de que en el año 1910 la órbita terrestre atravesaría la cola del cometa.

Ante la inminente llegada del Halley, en los periódicos se publicaron alarmantes artículos alertando sobre el riesgo de una intoxicación planetaria. En Estados Unidos y Europa algunos vieron la oportunidad de hacer negocio y vendieron miles de mascarillas para protegerse del gas. A pesar de los mensajes tranquilizadores lanzados desde la comunidad científica, el pánico se palpó en numerosas ciudades. El Halley pasó el 19 de mayo sin más novedades que un espectáculo celeste.

Uno de los últimos frustrados finales del mundo fue el llamado ’efecto 2.000’. Según esta teoría todos los ordenadores colapsarían por un error al contabilizar el nuevo año que entenderían como si fuese el 1.900, lo que provocaría un desplome informático sin precedentes con graves consecuencias económicas. Por enésima vez, las apocalípticas predicciones fallaron. Pese a todo, nuevas profecías llenarán las librerías e inundarán Internet en los años venideros. Al fin y al cabo, ¿hay algo más emocionante que el fin del mundo?

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