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Sínodo de Obispos fija posición sobre parejas unidas por lo civil o en convivencia y los divorciados

SINODO DE OBISPOS–«Una sensibilidad nueva de la pastoral actual consiste en acoger la realidad positiva de los matrimonios civiles y, reconociendo las debidas diferencias entre las convivencias. Es necesario que (…) indiquemos también elementos constructivos en aquellas situaciones», reseña en uno de sus apartes un documento en el que se resumen 265 intervenciones de la pasada semana en el Sínodo de Obispos reunido en el Vaticano y que fue divulgado por el relator del encuentro, el cardenal húngaro Peter Erdö.

Al efecto, expresan la necesidad de «hacer más accesibles y ágiles los procedimientos para el reconocimiento de casos de nulidad» y además se manifiestan diferentes posturas respecto a las soluciones para los divorciados vueltos a casar, en especial, sobre su acceso a los sacramentos.

El documento afirma que la comunidad local y los pastores «deben acompañar» a las personas divorciadas pero no vueltas a casar «con preocupación», sobre todo cuando hay hijos o es grave su situación de pobreza.

Sobre las situaciones de los divorciados vueltos a casar se ha puesto sobre la mesa la necesidad de «un discernimiento atento y un acompañamiento lleno de respeto, evitando cualquier lenguaje o actitud que les haga sentir discriminados».

El documento expresa que hacerse cargo de estas personas «no supone para la comunidad cristiana un debilitamiento de la fe y del testimonio de la indisolubilidad matrimonial, sino que expresa su caridad con este cuidado».

En el debate los obispos destacaron el aumento de los casos de parejas que no se casan por la Iglesia, pero también el número creciente de aquellos que, después de haber vivido juntos desde hace mucho tiempo, solicitan la celebración del matrimonio en la Iglesia.

Según los obispos, la convivencia «es a menudo elegida a causa de la mentalidad general, contraria a las instituciones y a los compromisos definitivos», pero también por la falta seguridad económica, ya que además en muchos países las parejas consideran que «casarse es un lujo, de modo que les empuja a vivir en uniones».

Los obispos animan a las diócesis a acoger «los valores familiares auténticos o al menos el deseo de ellos» que existen en estas uniones, pero señalan que es necesario.

Sin embargo, los obispos instan a abordar estas situaciones «de manera constructiva» y a intentar «transformarlas» hacia «un matrimonio y una familia a la luz del Evangelio» con la ayuda del «testimonio atractivo de auténticas familias cristianas».

Sobre las familias heridas plantearon que primero debe ser escuchada «con respeto y amor» haciendo a sacerdotes, religiosos y laicos de la Iglesia sus compañeros de camino.

Subrayaron que es «indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio» así como pensar en los hijos que no pueden convertirse en un «objeto de contienda y que se deben buscar las «formas mejores» para que puedan superar el trauma de la división familiar y crecer en el modo más posible sereno.

Con respecto a la posibilidad de acceder a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucarística, algunos se pronunciaron a favor de la disciplina actual en virtud de su «fundamento teológico», otros optaron por una mayor apertura a las condiciones bien precisas cuando se trata de situaciones que no pueden ser disueltas sin determinar nuevas injusticias y sufrimientos.

En este sentido, el documento expuesto por el cardenal Erdö informa que para algunos padres sinodales el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de «un camino penitencial -bajo la responsabilidad del obispo diocesano-, y con un compromiso claro a favor de los hijos».

El Sínodo de Obispo deliberar hasta el próximo domingo 19 de octubre.