Opinión

En el muro de la infamia

Por Mauricio Botero Caicedo
A través del decreto ley 831, con fecha 18 de mayo y expedido por el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri Valencia, como delegatario de funciones presidenciales ante el viaje la semana pasada del presidente Juan Manuel Santos a Estados Unidos, el Gobierno Nacional creó la “Visa Residente Especial de Paz”, la cual podrá ser otorgada a los ciudadanos extranjeros miembros de las Farc “que se encuentren en los listados entregados por representantes de dicha organización” y que “pretendan fijar su domicilio en Colombia y establecerse en el país de manera indefinida”.

Este Decreto, apodado “Tanja”, debe ser colgado en el Diario Oficial para que tenga validez jurídica. El anterior requisito, en opinión del autor de esta nota, es redundante ya que dicho decreto lo que debe ser colgado en el muro de la infamia.

El Decreto “Tanja” ordena de manera tajante a las Autoridades expedir Visa de Residentes para extranjeros miembros de las Farc y para sus familias. Es decir, todo terrorista extranjero que hubiera colaborado con la guerrilla en los ataques, los secuestros y los crímenes que hubieran cometido la guerrilla en sus más de 50 años de existencia, va a tener derecho de permanecer en Colombia. Se habla de cerca de 20 extranjeros, entre latinoamericanos y europeos, que hacen parte de las Farc. Creo que a la hora de la verdad van a ser muchos más. El visado podrá ser otorgado, según el Ministerio, a los que se encuentren en los listados entregados por representantes de dicha organización que quieran fijar su domicilio en Colombia de manera indefinida, previo cumplimiento del proceso de desarme y desmovilización. Lo del cumplimiento de desarme y desmovilización es un canto a la bandera porque el país entero sabe que la mayoría de los terroristas ni se han desarmado, no se han desmovilizado.

Lo que es un inadmisible es que, mientras se les niega la Visa Humanitaria a los perseguidos por el criminal de Nicolás Maduro en Venezuela, y los pobres médicos cubanos que huyen de la esclavitud en que su gobierno pretende tenerlos en el vecino país, se les abran las puertas a los asesinos y secuestradores que las Farc hayan señalado como miembros activos de sus filas. ¡Eso es lo que lo llena a uno de rabia y de indignación¡

Las políticas migratorias de Colombia son torpes, miopes y cortoplacistas. A los inversionistas, a los emprendedores, y a los que buscan crear empleo se les niega sistemáticamente las visas de trabajo y residencia. Pero que hoy el Gobierno busque es darles a los terroristas extranjeros y sus familias todas las facilidades para que se instalen en el país, es grotesco.