Un proceso más escandaloso que el de la “Yidis –Política” podría abrirse en el Concejo de Bogotá, donde los concejales cambian votos por puestos o cobran “peaje” en términos contractuales o presupuestales por los debates que hacen o dejan de hacer contra la administración Distrital.
A propósito del libro del periodista Edgar Artunduaga Sánchez, el diario “El Espectador” afirma que la publicación “saca ampollas en el Concejo”.
«Creo que tienen razón en estar preocupados. Son personajes públicos y no todos son lo que dicen ser», reseña el periódico, transcribiendo declaraciones de Artunduaga.
A su turno, el exalcalde Luis Eduardo Garzón, quien también prologa la obra del periodista Edgar Artunduaga, plantea un debate para que el país diga si va a seguir permitiendo que sus dirigentes hagan acuerdos y contubernios con delincuentes y narcotraficantes o si se aborda de manera integral un cambio en la cultura y en la forma de hacer política en Colombia.
El exalcalde Jaime Castro establece que el Concejo de Bogotá no tiene una imagen favorable dentro de la comunidad capitalina porque no mantiene ni hace respetar su naturaleza política, ni ejerce el control político que le corresponde sobre las actuaciones de los altos funcionarios de la administración.
Según Castro, los concejales cobran “peaje”, en términos burocráticos, contractuales o presupuestales por los votos que dan o niegan, o por los debates que hacen o dejan de hacer y subraya que a ello se debe que en la administración de Samuel Moreno Rojas, elegido solo con el respaldo de su partido el Polo Democrático, los concejales que fueron elegidos por partidos que respaldaron a otros candidatos, resultaron integrando la coalición gobiernista o se comportan como si lo fueran.
Destaca el caso del Partido Liberal, que después de haber sufrido en octubre pasado la mayor derrota electoral de toda su historia política en Bogotá, hoy tiene más secretarios que concejales.
“En vez de haber hecho el juicio de responsabilidades y la auto-critica, que ha debido hacer, y de empezar a recorrer el camino desértico y empedrado de la oposición, decidió satisfacer sus irredimibles apetitos burocráticos. Prefirió puestos en la nómina, en vez de buscar el puesto que le corresponde en la Bogotá de aquí y de ahora”, advierte el exalcalde.
En opinión de Castro, esto es apenas una prueba más del deterioro que a todos los niveles ha tenido la política en el país y que también tiene sus expresiones en Bogotá, como ocurre con el origen político y electoral de buen número de concejales, tal como lo detalla Edgar Artunduaga en su libro.
El exalcalde Castro resalta las distintas formas de elección de estos concejales, como las maquinarias políticas, las organizaciones religiosas o sindicales y aquellos elegidos porque tienen lucrativas empresas que convierten en eficaces maquinarias para captar el voto de las comunidades que, por necesidad, asisten a sus centros de educación o de salud o compran una de las viviendas de interés sociales que aquellas construyen.
También, dice, hay concejales que representan intereses económicos concretos, como el transporte, chance y como ocurrió en el pasado, las urbanizaciones piratas.
Según Castro, cada día ocupan espacio más reducido los concejales de opinión, los que eran elegidos por su hoja de vida, sus conocimientos o experiencia y de los que se esperaba hicieran aporte al buen funcionamiento de la ciudad.
Dice que otro aspecto que deteriora la imagen de los concejales es el relacionado con los privilegios de que gozan, con honorarios por 16 millones de pesos mensuales, camionetas blindadas y con una amplia nómina de asesores o asistentes.
Reseña que algunos concejales cobran porcentaje del sueldo que devengan los empleados que hacen nombrar en el Distrito.
Advierte que ahora por cuenta de un acto legislativo 01 del 2007, los concejales distritales pueden aprobar mociones de censura y con ello se corre el riesgo de que los concejos tumben a los secretarios que no atiendan sus solicitudes y requerimientos.
El exalcalde Lucho Garzón en su prólogo, considera que el libro de Artunduaga es de la mayor importancia porque abre un debate que hay que profundizar que se extiende mas allá de los concejos municipales, a la estructura democrática del Estado y los partidos políticos, a la legitimidad del Congreso y “un presidente que se las quiere todas para él”, según lo afirma.
Garzón considera fundamental una reforma política integral, no una reformita que permita a los partidos comprometidos con la parapolítica y con la guerra pagar el menor costo.
También afirma que se debe debatir si en Colombia se puede permitir un presidencialismo asfixiante que desequilibró todos los poderes, si es menester un congreso bicameral y “si va a seguir permitiendo que sus dirigentes hagan acuerdos y contubernios con delincuentes y narcotraficantes o si se aborda de manera integral un cambio en la cultura y en la forma de hacer la política”.
Finalmente, Garzón señala que se debe reformular la composición y el papel de las corporaciones públicas, incluidos los concejos municipales, para hacerlas mas representativas y a través de ellas remozar la democracia y hacerla mas solidad y transparente.
LA NOTA DE El ESPECTADOR
En torno a la obra, el diario El Espectador, publica la siguiente información:
-Libro de Artunduaga ‘saca ampollas’ en el Concejo
Por: Alejandra Rodríguez
Algunos concejales han estado llamando a las librerías para averiguar si la publicación ya está a la venta.
El periodista Édgar Artunduaga Sánchez sabe que su publicación «Artunduaga desnuda el Concejo» generará ampolla en varios sectores, según él, porque varios de estos políticos tienen ‘guardados’ importantes que en el texto son revelados.
«Creo que tienen razón en estar preocupados. Son personajes públicos y no todos son lo que dicen ser», dijo a Elespectador.com el polémico periodista.
La tensión es realmente evidente. Un correo que ha circulado previamente, donde figuran algunos concejales, ha despertado la curiosidad de los cabildantes y de los funcionarios en general.
Al punto ha llegado la curiosidad que varios de ellos se han tomado la molestia de llamar a a las librerias para saber de primera mano a qué hora y en dónde pueden encontrar el libro.
«Tanto así que cuando llamé a Panamericana, donde sé que estará a la venta, la señorita pegó un grito y dijo que nunca la habían llamado tanto para averiguar por el mismo libro», comentó una funcionaria del Concejo quien pidió no revelar su nombre.
El presidente del Concejo, Hipólito Moreno, no quiso referirse al tema porque aún no lo ha leído y desconoce qué más pueda decir de su vida pública.
Sobre él, Artunduaga asegura que es «astuto, marrullero, gran manipulador. El rey de la intriga y la maldad personificada».
Por su parte, la concejal Gilma Jiménez de quién el periodista dice «la creo capaz de matar a alguien», ha tomado con bastante humor las apreciaciones del libro.
«Él no dice nada que no sea cierto. Cuando a mi me hablan de ciertos temas (cómo la violación de menores) me empiezo a poner morada y pienso que se me notan las ganas de de estrangular a alguien. Ya después me calmó y exijo la prisión perpetua».
Para Jiménez el ambiente que ha creado la llegada del libro ha sido tenso y está segura que más de una persona se sentirá ofendida con la publicación. «Me imaginó que algunos terminarán muy aburridos y ofendidos», agregó.
El concejal Carlos Baena conoce por encima que en el libro lo llaman «El sapo del Concejo», pero asegura que aunque no ha leído el libro, asume que lo dicen por su constante participación en los debates políticos y por la diversidad de los temas que maneja.
Los siguientes son algunas apreciaciones textuales de la publicación de la editorial Forum Libros, respecto a los concejales de Bogotá, aunque Elespectador.com intentó hablar con algunos de ellos, prefirieron no decir nada hasta no tener, por fin, el libro es sus manos.
Julio César Acosta: «Los costeños corrompieron la política de Bogotá. Y Acosta la puteó».
Carlos Alberto Baena: «Pertenece al cartel de los sapos».
Andrés Camacho Casado: «Aprendió rápido las mañas del rebusque, especialmente en el sector oficial. Le auguro pocos días en la Corporación».
Henry Castro: «Es el ‘Rey del plátano'».
Severo Correa: «Una severa camioneta, una severa casa, una severa novia. Y una severa barriga de cervecero profesional».
Wilson Duarte: «En opinión de muchos de sus colegas, resulta altamente riesgoso».
Rafael Alberto Escrucería: «Le huyen. Deja el celular prendido para «transmitir» lo que dice el interlocutor».
Carlos Orlando Ferreira:» El patinaje le ha dado y quitado todo. Le quitó la esposa que se fue con el entrenador del equipo nacional. Y le puso en sus brazos a Luz Mery Tristán».
Gustavo Páez: «Tiene la pinta de un charro mejicano y el verbo embaucador de un encantador de serpientes».
Ati Quigua: «Una cosa es verla en su insípido camisón blanco. Y otra con jean descaderado y blusa ombliguera, con su novio de la banda Doctor Krápula».
José Juan Rodríguez: «Desbaratado, aparatoso, irreverente».
Carlos Roberto Sáenz: «Hermano de «Alfonso Cano», el reemplazo de Tirofijo. En segundo bachillerato organizó la primera huelga. Fue acusado de quemar buses, en protestas estudiantiles de la Universidad Pedagógica».
Antonio Sanguino: «Ha conocido varias cárceles -y no de visita- sino como detenido».
Rafael Orlando Santiesteban: «Su presencia en el Polo Democrático es absurda, contradictoria. Es un godo infiltrado».
Edgar Torrado: «Es un hombre bello. Si bien sus formas de hablar, caminar, sonreír y argumentar son cadenciosas, mejor es su forma de pensar».