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Millonarios revivió frente a Itagüí en El Campín

El Equipo albiazul está a un punto del octavo, luego de una semana de críticas, el técnico venezolano Richard Paez respiró aliviado.

Ayer, frente a Itagüí, Millonarios mostró su parquedad de juego con actitud. Los azules, alentados y presionados, siguieron el manual, sin embargo, la identidad deportiva no parece funcionar para hoy. El caudal ofensivo es apenas un riachuelo.

Millonarios logró su primera victoria en El Campín en el 2012, pero sufrió mucho, más de lo debido, para salvar los tres puntos frente a un Itagüí que no quiso atacar durante la mayor parte del juego

Millonarios no juega bien. Triangula, mueve la pelota, abre la cancha. El atrevimiento de Luis Mosquera, la conducción de Máyer Candelo y la voluntad de Wilberto Cosme. Pero no marca. Es estéril. O casi. Nada es demasiado efectivo en el cuadro dirigido por Richard Páez, que no parece poder materializar su idea de fútbol.

Los azules se estrellaron contra los dos muros que planteó Itagüí y solamente tuvo una opción para anotar, un cabezazo de Luis Mosquera que se fue por encima del arco.

Cuando parecía que el partido iba a ser más de lo mismo y los visitantes comenzaban a ver cómo hacían correr más el reloj del tablero de El Campín, Millonarios encontró la ventaja a los 10 minutos del segundo tiempo, en un centro de Mosquera que se le pasó a Moreno, pero no a Wilberto Cosme, que hizo su primer gol con la camiseta azul.

Un gol de olfato, de llegada. Si no funcionan los precisismos, la contundencia. Cosme, un hombre que parece pedir permiso para pronunciar cada palabra, se abrazó con Páez.

Luego, el técnico Ríchard Páez prefirió defenderse a manejar el partido al sacar a Máyer Candelo, que igual no jugaba bien, y meter a Oswaldo Henríquez para jugar con cinco defensas.

Millonarios nunca volvió a acercarse al arco visitante. Itagüí casi se encuentra el empate en el tiempo de reposición, en un remate de Efraín Viáfara que soltó Ramos y que le quedó a Yessy Mena para fusilar. Franco cerró y salvó la noche.

Después el pitazo final, la afición sonrió y Paez respira de nuevo; ahora viene el clásico.