La Crónica Radio Santa Fé

La literatura colombiana actual cursa una situación paradójica

Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
Definitivamente escribir es una delicia. Y si el mundo se dedicara más a escribir sus experiencias o a poner ya no sobre el papel, sino en el computador, su imaginación, con absoluta seguridad que este sería un mundo completamente distinto, sin tantas guerras y odios, sin tanto rumores y señalamientos. Y eso es lo que piensa Francisco Sánchez quien le ha dedicado buena parte de su vida a la creación literaria y, como siempre lo dice, se ha sentido absolutamente feliz, realizado. Dice que es como una catarsis diaria sentarse frente al computador a escribir, ya sea experimentando con nuevas formas narrativas o simplemente dándole rienda suelta a la imaginación.

Esta semana ha sido muy especial para él, pues acaba de salir su novela Estación Stockton ( B ), una propuesta que llegó mucho más allá de lo que él había pensado, pues un día cualquiera se sentó con una idea en la cabeza y empezó a desovillarla. Y aunque no se crea, duró casi cuarenta meses escribiendo, borrando, revisando, volviendo a escribir, dejando decantar lo que ya había hecho, para volver a leer y reescribir. No es fácil esta disciplina, pero tampoco imposible, aunque insisto, es una delicia escribir.

– ¿Cómo nació el gusto por la literatura?
– Con la intuición de que ella me otorgaría libertad y me protegería de las posibles hostilidades que posee todo contacto humano.

– ¿Qué ha significado la literatura para ti?
– Un oficio absorbente que garantiza gratificaciones de inteligencia y conocimiento.

– ¿Cuáles fueron los primeros autores que te cautivaron?
– Los clásicos, a los cuales accedí porque se hallaban en la biblioteca familiar. En particular, Shakespeare y Goethe, primero. Seguidamente los griegos, provocados en los años de estudio gracias a un excelente profesor de literatura que por feliz coincidencia del azar se apedillaba Sánchez.

– ¿Cuáles temas literarios han sido reiterativos en tus lecturas?
– Los temas filosóficos, amparados por los géneros de la novela y la poesía.

– ¿Cómo ves la literatura colombiana actual?
– La literatura colombiana actual cursa una situación paradójica, consistente en su masificación y profesionalismo, pero sin pretender la fundación de una literatura maestra que signifique la profundización y configuración de una época. Época que al decir de Harold Bloom es “la época anárquica”. Sin embargo, se hallan autores cuyas obras se mueven en la dirección de intentar un nuevo canon. Quizá, esta ardua empresa no sea la factible en el mundo contemporáneo.

– ¿Cómo surgió la idea de este tu más reciente libro?
– La escritura de Estación Stockton responde a la larga y dispendiosa elaboración de textos anteriores que fueron creando los personajes y nombres de ésta, a la par con aquellos que también obtuvieron su tiempo y espacio en relatos, novelas y poemas. Características presentes en la literatura del siglo 20, centroeuropea y estadounidense. Cabría citar al menos dos ejemplos ineludibles: Kafka y Faulkner, de los varios que se erigieron como arquetipos de los géneros.

– ¿Cuánto tiempo duró todo el proceso de redacción y corrección?
– Tres años.

– ¿Para qué tipo de lectores es tu novela?
– Para aquellos, sin importar la edad, que pretendan obtener de la literatura herramientas en aras del conocimiento de sí mismos y de sus congéneres. Recuerdo la definición de libro que dio Michel Foucault: “Caja de herramientas”. Algo semejante ocurre respecto de quien aborda la filosofía y la ciencia. Sus lenguajes cumplen los requisitos del placer y el conocimiento.

– ¿Es más una novela de reflexión, de diversión?

– Es una novela cuya reflexión se propicia por los acaeceres de un personaje que consigue su identidad, deseos y prácticas de vida gracias a su pasión por la lectura. Esta empresa es toda una diversión pues se produce como efecto del “arte de sobrevivir”, asunto tan nuestro en la sociedad actual. Sí, diversión por virtud de la reflexión irónica y humorística.

– ¿Tienes otra novela en salmuera?
– En salmuera ninguna pero sí otras en el frío depósito de las carpetas de documentos literarios del mi procesador.