Artunduaga: de sal y de dulce

Periodista que deja para mañana…

fotolistaHace algunos años escribí un libro sobre “lecciones de periodismo”, que obtuve de entrevistas con más de doscientos colegas, que consideré los mejores del país (Mondadori, 1998).

Los consejos van desde olvidarse del formalismo del “lead” (Plinio Apuleyo Mendoza), pasando por tener en cuenta que “todo es importante” (Gerardo Reyes) hasta la obligación de todo periodista de “mojarse el culo” (Juan Gossaín) si se quiere conseguir una noticia.

Hablé con José Salgar, Julio Sánchez, Enrique Santos Castillo, Patricia Lara, Javier Baena, Orlando Cadavid y todos quienes –en su momento- ocupaban lugar destacado en nuestra actividad.

Creí resumir lo que tantos periodistas de experiencia podían enseñar, de manera práctica. Sin embargo, por estos días caí en cuenta que ninguno dijo que los periodistas no podemos guardar primicias ni dejar asuntos importantes para mañana.

Una tarde cualquiera, de hace un par de meses, ví a un hombre pidiendo limosna en la esquina de la calle 116 con 15. Me impresionó tanto que le tomé –desde el carro- una fotografía, que aquí presento. Me propuse visitarlo al día siguiente para conocer su historia.

Volví al tercer día y no lo encontré. La semana siguiente tampoco. Cada vez que paso por el sitio lo pregunto, a gente de la calle, otros limosneros del sector. Me pregunto si cambió de sitio de “operaciones”. Si enfermó y murió. Si nunca más pudo volverse a levantar. Si compartía con su familia. Si llegó a tener hijos. Si su condición de minusválido fue provocada por un accidente o nació con esas limitaciones.

Lo ando buscando, como si tuviera una deuda que me apremie. Como si de repente entendiera que falté a mi profesión de periodista y a mi sensibilidad humana por no haberle preguntado nada.

Muchas veces he cargado por meses con ese sentimiento de culpa. El año anterior conviene una cita con Juan Pablo Duque, uno de los dueños del Diario del Huila, que decidí postergar por algo irrelevante.

Juan Pablo admitió por teléfono que quería conmigo una “confesión” sobre su vida, que tenía los días contados, apabullado por un sida atroz, adquirido en sus andanzas de buena-vida.

Cuando lo llamé nuevamente para convenir otra cita, me mandó a decir que le resulta imposible. Murió al día siguiente.

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